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X. DE LA FAMA Y EFICACIA DE SU PREDICACIÓN 1 . Después de todo esto, como el ministro de la Orden, por una cuestión interna urgente, destinase al siervo de Dios, Anto– nio, a la curia, el Altísimo le dio tal favor ante los venerables príncipes de la iglesia, que su predicación fue escuchada con ardentísima devoción por el sumo pontífice y toda la multitud de cardenales. 2. En efecto, sacaba de las Escrituras tales y tan profundas lec– ciones con su palabra fecunda, que el mismo Papa, con una cierta prerrogativa, le llegó a llamar «Arca del Testamento». 3. Su palabra, sazonada por la gracia divina, confería una no desestimable gracia a los oyentes. 4. Los más sabios se admiraban de que un hombre apenas lle– gado a la madurez, casi sin cultura, supiese adaptarse tan su– tilmente a los espirituales en cosas espirituales; quedaban ató– nitos los más simples al verle arrancar las causas y ocasiones del pecado y sembrar con prudencia los gérmenes de las vir– tudes. 55

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