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El EVANGEUO COMO VIDA Lo propio de todo creyente sincero es que, tarde o temprano, Dios le sale al encuentro y le interpela para que se decida desde su fe personal. La conciencia de la propia responsabilidad o el miedo a decidirse podrán aplazar una y otra vez la respuesta. Pero siempre llega un momento, como le sucedió a Jonás, en que las repetidas huidas no le llevan a ninguna parte y, al sentirse acorralado, ter– mina por ceder y confesar con el corazón y los labios al que es más fuerte que él, porque en el fondo, se siente fascinado. Algo de esto le pasó a Francisco. El encuentro de Espoleto le trastocó de tal modo su vida que tardó años en reorganizarla de modo que pudiera ser una respuesta coherente y sensata al Dios que le había transformado con su presencia. Una respuesta que, a pesar de su relativa originalidad, estaba en cierto modo condicio– nada por el ambiente socio-religioso de la cristiandad y por su pro– pia formación. 1.- EN BUSCA DEL EVANGEUO La cristiandad del siglo XII se caracterizó por su movilidad, a todos los niveles, en busca del Evangelio. El arte de las peregri– naciones, las cruzadas y la misma teología serán la causa, y a la vez el efecto, de esta nueva espiritualidad. Parece que hubiera asu– mido como tarea el empeño de humanizav• "l Dios. 3

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