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fl-! H. P. SILYEHIO DE ZUHlT.\ cierto que todo esto es un poco difícil encontur en el que se cree puesto en el mundo para agradar y hacer reir'! Además, y esto conviene que lo tengas en cuenta, ordi– nariamente esos hombres tan simpáticos en visita, suelen ser, en la intimidad, duros y desabridos. Su simpatía es de salón, es un barniz que desaparece rápidamente ape– nas se le roza con la más pequeña contrariedad, o el más ligero sacrificio ... Los educados No cabe duda que la educación es una cualidad ad– mirable. En la vida de matrimonio donde por necesidad tiene que haber días grises, la edu<{ación es un gran ele– mento de felicidad, pues con ella se pueden suavizar mu– chas asperezas de carácter. La educación es una especie de caridad artificial a la que muchas veces no hay más remedio que acudir. En la vida sucede con frecuencia que los deseos y las aspiraciones de dos seres, por muy compenetrados que es tén, no coinciden en todo, y entonces la educación es la llamada a encauzar esos deseos encontrados, a enderezar esas aspiraciones diversas. Ante 1a dificultad, ante el cho– que inevitable, el educado sabrá vencerse, disimular, es– cuchar y hasta sufrir, si es preciso, para no hacer sufrir ,, la persona amada. Si él es así puedes estar contenta; tienes a tu favor un punto muy importante para poder gozar de paz en tu futuro hogar. Los trabajadores Los hay. ¡Y feliz la mujer que encuentre un hombre trabajador para señor de su casa! El trabajo es un gran sedante en las dificultades de la vida, y un gran amigo de las almas generosas. Sólo los holgazanes, los que aman el odioso dulce far niente, son incapaces de sonreír y hacer felices a los que les rodean.

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