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¿QUIEN J<JR:BJS TU'? 91 aquella extraña canción? ¿Qué luz había iluminado aquel día sus ojos? Maribel cantaba así porque, por fin, había encontrado en el camino de su vida el amor. También tú, amada joven, te has despertado un día cantando un himno a la llegada del amor. A esa canción precedió una palabra, una mirada, tal vez una ridiculez; pero esa palabra, esa mirada, esa ridiculez vinieron de un joven que te amó. La venida del amor suele ser. las más de las veces, caprichosa. Yo conocí un matrimonio que comenzaron así: Iba ella todas las tardes con su cántaro de barro a la fuente. El la vió y la esperó. Ella le dió las buenas tardes; él, por toda respuesta, echó una piedrecita en el cántaro de la joven. Un mohín de ella, una sonrisa. de él. .. Y así varios días hasta que un día de tantos, él no tiró la pie– dra en el cántaro, se acercó un poco más y la tiró en el corazón de la joven. Esta vez la piedrecita fué una pala– bra de amor. Los dos sonrieron al mismo tiempo. ¡Eran novios! El novio ¡El novio! ¡El! ¡He aquí el sueño de rosa de toda mu– jer joven! Y, ¿por qué no decirlo claramente? He aquí tu sueño, amada joven. Es cierto que hay muchas jóvePes de tu edad que. cuando llega el amor verdadero, han soñado mucho. La novela <,rosa» y el <<Cine» han puesto en su corazón pre– maturamente ideales que no se llegan nunca a realizar Casi todas sueñan con un chico guapo, simpático, arro– gante y hasta un poco calavera. Exactamente como los que aparecen en las novelas y en el «cine». Pero todo ideal, amada joven, por el mero hecho de ser ideal, no existe en el mundo real en que vivimos. Existe

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