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85 espiritual forzosamente has de renunciar a esas peque– ñas vanidades de tu juventud. No tiembles ante el di– rector de tu alma, ni pienses que te ha de tratar con dureza o intransigencia, ni menos aún que te va a recib:r todos los días con el rostro ceñudo y en las manos una calavera o unas disciplinas. Si es verdaderamente lo que debe ser, encontnHás en él un Padre que suplirá con ere~ ces a los padres que has dejado o has pe1·dido; un Padre que sabrá ayudarte a caminar por el camino de la vida. Ante el director espiritual debes sentirte feliz, porque su presencia y su consejo serán la mejor garantía de tu feli– cidad temporal y eterna. En la vida espiritual necesitas un guía. Esto no hay quien lo ponga en tela de juicio. En todas las profesio-. nes, aun las más sencillas, se precisa maestro para apren der el oficio. El artista, el abogado, el militar, el hombre de negocios, han tenido su maestro. ¿Y no comprendes tü que sería ridículo que sólo la ciencia del espíritu, una de las más difíciles de conocer y de practicar, careciese de profesor? El director espiritual es, pues, nf:cesario. Ahora bien: ¿qué es el director espiritual? Es un sacerdote, un ministro de Dios, que, en nombre del mismo Cios, guía por el camino de la perfección al alma que a él se confía. No es lo mismo director espiritual que confesor. Aun– que se suele confundir con frecuencia; la distinción es esencial. Confesor lo puede ser cualquier sacerdote que. debidamente autorizado por su obispo, escucha al peni– tente sus pecados Y, en nombre de Dios, le absuelve de ellos. Director espiritual es algo más que eso. Es algo más íntimo, más individual, más escogido, pues necesib estar adornado de ciertas cualidades que en el confesor no son, de suyo, necesarias. Discreto El director espiritual debe ser discreto, prudente y sabio. Lo de discreto creo que lo comprendes perfectamen– t~. Es un hombre que representa a Dios, pero al fin hom-

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