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ll P. ~IL\'l•:ltlO J¡¡,; 1/,0HJT.\ Las confianzas La ligereza en las palabras tiene un nombre propio en í:'l lenguaje vulgar. Las conjianzas. No {'S lo mismo con– jianza que confianzas. La confianza, en singular, es bue .. na., a veces necesaria; pero las confianzas, en plural, ja– más lo son. Las confianzas son la antesala de la caída el último peldaf10 que conduce al vicio. Nunca seas ligera, ni en tus palabras, ni, menos aún, Pll tus confidencias. Nunca des cc,nfianzas a nadie, por mny bueno que te parezca. Dar confianzas es jugar con fuego, y ya sabes lo que sucede a la mariposa que se en tretiene en jugar con la llama: indefectiblemente llega un 111omento en que perece abrasada. Eso te puede pasar a ti; eso te pasará si andas dando vueltas alrededor de ciertas amistades, que cuando te pa– rezca que estás mejor situada, cuando, como la mariposa sientas el calor de lo que tú crees amistad sincera, se en– cienda la llama de la pasión y perezcas carbonizada. ¡Cuántas jóvenes, inquietas mariposas, vieron consu– mirse sus alas de oro en la llama de una pasión, que al principio pareció débil lucecita, y cuando quisieron darse cuenta vieron, con lágrimas. que todo estaba perdido sin remedio! No seas caprichosa El capricho es una consecuencia natural de la lige– l'i;za. La mujer voluble es caprichosa. Una mujer que estú ante el escaparate de una joyería no sabe cuál elegir. Y cuando ha elegido la que más le gusta, si al volver a t:asa se encuentra con otra mujer que lleva una idéntica a la suya, se pone malhumorada porque no eligió otra menos vista. Otro tanto sucede en la elección de una prenda de vestir. La mujer, después de ver infinidad de ellas, no sabe con cuál quedarse. Los dependientes de comercio co-

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