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;,QUIEN ERES TU'? 65 Mucho se ha escrito, a_mada joven, acerca de la vo– lubilidad de la mujer. No seré yo quien insista sobre ello machaconamente, pero no obstante quiero decirte algu– nas cosas sobre este vicio para que no te dejes dominar de él. ¿Es ligera la mujer? La Sagrada Escritura compara a la mujer con la ve– leta, que gira siempre según el viento que sopla. Yo diría que muchas mujeres son como los molinos de yiento, los cuales apenas sienten el roce de la más li– gera brisa comienzan a dar vuelta& y más vueltas sin tener, las más de las veces, nada que moler. La ligereza en la mujer es uno de los defectos más perniciosos para ella y para cuantos la rodean. Para ella, pcn qne no puede ser feliz, ya que esa misma ligereza la entristece y descorazona, y para los que la rodean, por - que acaba por aburrirlos con sus inconstancias y con sus cambios de parecer. La mujer ligera es contestona, suspicaz de carácter desigual, lo mismo llora que ríe; tan pronto está triste como alegre; unas veces ama con locura, y otras odia con desesperación. Tú misma, ¿no sientes a veces la triste experiencia de e,;te vicio? Por la mañana piensas una cosa, por la tar~ de lo contrario. Al salir de casa proyectas infinidad de ocupaciones, apenas pones los pies en la calle te parece un acto heroico el hacer una o dos. ¡Es la volubilidad femenina que, sin tú advertirlo, te domina! Hay ciertas jóvenes que creen que esto es muy inte– resante. Tal vez tú conoces a algunas. Tienen a gala apa– reC'er atolondradas y volubles para llamar más la aten– cJón y no se dan cuenta que son, como el molino de vien– to de que antes te hablaba, que llama la atención, es ver dad, pero por los aspavientos que hace, no por el trigo que muele. La ligereza de la mujer tiene muchas y variadas ma– nlfestaciones. Unas son externas, otras internas, pero de todas se sirve, como de hermoso escenario, para mostrar– se al público. La mujer manifiesta su ligereza primera-

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