BCCCAP00000000000000000000557

Jt J'. S 1 L Y EH I O U E ~ O R I T.\ Fines es alabado por su heroico comportamiento cuan– do impide que la. profanación siga adelante; son alabados también Judas Macabeo y la mayor parte de los profetas que anuncian terribles castigos al pueblo judío para que cumpla mejor la Ley. Y es celo santo el que obligó a Nues– tro S.eñor a coger un látigo y arrojar a los vendedores que estaban profanando con indignas contrataciones la casa del Señor. Hay celos santos, que toda mujer cristiana debe prac– ticar siempre que la prudencia y el bien de los demás lo dic– ten. pero esos otros celos que nacen de la vanidad ofen– dida, o del egoísmo postergado, o del odio mal disimu– lado, o de un falso amor explotado locamente, esos celos jamán deben existir en tu corazón. No seas celosa, amada joven, con esos celos que matan. Sé como las flores que adornan los jardinPs; todas son distintas. unas muy hermosas, otras más sencillas; unas tienen un perfume agradable, otras no, pero eada una estú contenta con su suerte y no desprecia a la que Pstá a su lado. Aún las más sencillas, esas flores drl campo que nadie ve. ni alaba, no dejan de tener su v:1lor. y tan p.;ran. de, que ni Salomón, en medio de su ¡rloria, sr' vistió como una de ellas. Flor eres. amada joven; siéntete orgullosa del papel que el Creador te ha asignado en el jardín del mundo. Es verdad que la rosa brilla más, se la ve primero, pero tampoco pasa desapercibida la humilde violeta que, escon– dida entre el follaje, avisa al transeúnte de manera más discreta y espiritual; por la suavidad de su perfume. No quieras ser rosa que llama la atención; prefiere ser violeta y que sepan todos dónde estás por el perfume de tus virtudes. Que quien 1n a decir mujer empieza a decir mudanza. (CALDERÓN.) Las veletas

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz