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() ll l T \ Ya ves, amada joven, lo horrible que es una mujer ce– losa. No puede ella ser feliz y hace desgraciados a cuantos están a su alrededor. La mujer celosa tiene veneno en los labios y nadie podrá calmarla hasta que haya vertido todo el que atesora en su corazón contra la persona que odia. Los grandes apasionamientos suelen terminar freem'n-– temente en trag·edias. La mujer celosa, cegada por la pa– sión, no mide el alcance ni de sus palabras, ni menos de sus calumnias, y con ello lo único que consigue es dis– tanciar más y más al que quiere sostener a toda costa cerca de sí. Es la clásica mujer burlada que se revuelve contra el que ella cree que es su burlador, y, en su impo tr:_ncia de mujer, recurre al único medio de venganza que está a su alcance; los celos que la arrastran hasta hl di– famación y a veces hasta el crimen. Falso amor Otras veces los celos son fruto de un falso amor. La mujer. al revés que el hombre, puede ser celosa sin amar. Más aún, los celos femeninos son muehas veces una manera de disimular el amor que no se siente. Es más fácil fingir celos que fingir amor, y la mujer tan propensa al disimulo, simula ser celosa para parecer enamorada. Muchas mujeres, ante el temor de quedarse solas, fin-– gen amar a quien sólo hacen caso hasta que otro amor mús de su agrado, llama a la puerta de su corazón. La mujer puede y sabe fingir mejor que el hombre, porque la naturaleza la ha dotado de esta astucia que la defit>nde de su debilidad. Y en el paseo, y en el ,cine,;, y en el baile, finge estar enamorada y aparenta ser celosa, para que el hombre no la rechace antes de que ella haya en– contrado un suplente a su fingido amor. Toda mujer que así obra, si es soltera, es un continuo martirio para el hombre que la pretende, y se hace un inmenso daño a sí misma, pues deja P,asar inútilmente un tiempo que a ella y a él les es necesario. Por eso no tiPnc

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