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t ricto negocio, una mirada al azar, una coineidencia en la calle o en el teatro, son capaces de levantar en la ima– ~inación rle la mujer celosa verdaderas catástrofes fami– liares. Secreto orgullo i.Y ele qu(, provit·nen los celos'.' Las más de las veces de un secreto orgullo. La mujer orgullosa no puede sufrir que otra la suplante en nada. En el baile, en el paseo, en cualquier lugar de reunión, hay ciPrta clase dP mujeres que sr, consumen de celos porque no son las únicas en la fiesta. Sn mayor ilusión sPría que t0dos las mirasPn a ellas solas, que a ellas se dirigiesen todas las at('neiones, que ellas solas fuPsPn las reinas insustituíhl('s de la reunión. Y no se clan cuenta que con esa numna ele obrar lo que consiguen es prncisamente todo lo eontrario, pues la mu– i rr celosa termina por ser molpsta a todos los qne f'Stán n sn lado. No es raro que mujeres, por otra parte inteligentes y hermosas, permanezcan abanclon~1das y postergadas por lo,; homb1us a quienes ellas pretenden atraer, precisamen– te porque a los hombres, en general, no les agradan esas individualidades e:,túpiclas y meno¡; Pn lng,.nes a los que se va sólo a lmsar el rato. No hay cosa que más aparte al hombre ele la mujer que l'l orgullo, y lnc: cplos son nna manifestación dPl orgullo femenino. El hombre cree que el orgullo y el mando e;-: patrimo– nio de su sexo y ve con malos ojos a la mujer r1ue intPnta suplanünk Pn ello. La celosa trastorna estP ordc'n esta– blecido por la naturaleza y Pl hombre la p~,re;:1 con el des– precio. Si quieres atraer las miradas del hombre, y estoy se– guro que esta es una dP tus graneles ilnsimws, no S{'as ce– losa. Escaso mérito Otras veces nacen los celos del Pscaso mérito que la rnu,i Pr crf'e tener y que la erwileee ant,' los demás. Por

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