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las dió graciosamente sin darte cuenta de ello te las 1medP qu.itar. Si algo bueno hay en ti, y estoy seg~no que será mucho, dale gracias por ello al Dador de todo bien. Sólo de esta ma1wrn serás feliz y harás feliz a los demás. Lo contrario. Pl prPsumir, el ser vanidosa, hiere a los que tP rodean, y hasta es posible que lo que tú exhibes como nwdio ele srr agradable se convierta c,n causa de risa y dP de.,prPcio. El mal de los celos Bus(v1 en loclo rivales tu miracla, !J recuerdan tus celos un marino en el mar, con sus gemelos que siempre está miranclo y no ve nacla. ( CAMPOAlVIOR.) :\.mada jovPn, no s(• si eres celosa. Si es así te com– padezco porque nes víctima de uno de los defectos más ridículos y más 1)('rniciosos que puec[p tener una mujer. ¿No has -visto el triste cuadro qup presenta una mu– i<'r consumida por los celos? Todo l,i preocupa, todo la intranquiliza. No duerme, ni descansa; es imprudente en sus palabras, molesta en sus gestos, atrevida en sus apreciaciones. Los celos son la te– rrible enfermedad que PCha por tierra los mejores y más sublimes valores ck b mujer. La mujer celosa es venga– tiva, cruel, 111:.tl hablada, peor pensada, rencorosa, Pnvi diosa. inquieta, desp,;perada y, a veces, criminal. La prensa diaria suele referir, con harta frecuencia, crímenes amorosm: cuyo único móvil son los celos. La mujer celosa Ps un monstruo de la naturaleza. Y lo más tristP del caso es que los celos son frecuente enfermedad en el sexo débil. Se ha dicho qtw la mujer siente celos de todo. Su co. razón afectuoso y su imaginación ardiente son terreno abonado para que crPzc a eon toda puj anz:1 esta pernicio– sa planta de los CPlos. Una palabra. una yisita, una carü, inocente o de ,)S-

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