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La sombra del cuadro En todo cuadro, para que sea perfecto, el artista tie– ne que combinar las luces y las sombras. De esta acer– taclc1 combinación surge la belleza. En la primera parte de este libro te he hablado, ama– da joven, de la luz, de las virtudes que deben brillar en tu alma y en tu cuerpo; ahora me resta lnblarte de la sombra, de esos tintes grises que por s::r tales, sirven para hacer el cuafüo más conforme a la realidad. No quiere decir esto que tengas que fomentar obligatoriamente esos colores grises, todo lo contrario; lo que quiero decirte es que, una vez que conozcas su existencia, debes esforzarte en quitar su intensidad, en no recargar el cuadro de tu vida con esas sombras, sino que te sirvas de ellas para embellecerte. Saca de ellas humildad, y sobre todo, no permitas que se apoderen completamente del lienzo, pues en vez de hermoso cuadro será tu vida un informe borrón Y el primer brochazo gris que aparece en el cuadro de tu vida de mujer es la curiosidad. No sens curiosa En la gran avenida de la moderna ciudad brillan los escaparates con tentadora atracción. Pilar acaba de sa– lir de casa. Es la hora del «cine» y la acompaña un jo. ven que acaba de terminar la carrera de medicina. son novios desde hace algún tiempo y piensan, cuando él gane unas oposiciones ya convocadas, unir sus amores para siempre ante el altar. Ni 9ue decir tiene que Pilar se siente orgullosa de su prometido y en medio de aquella multitud compacta que 4

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