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H l'. SIL\'El{lO 1lE ZORIT.\ ¡Nunca mejor empleada la palabra! Máscara es cosa de mentira, de comedia; es un disfraz que dura el tiem– po que dura la farsa, y nada más. La naturaleza suele vengarse invariablemente de esas infatuadas artistas de sí mismas y hace que les suceda lo que a Margarita de Valois, la reina Margot, que murió a consecuencia de una erisipela, producida por los cosméticos y afeites de que abusó para conservar su efímera belleza. La oropéndola En un bosque muy hermoso había una fuente encan– tada. Dentro de la fuente vivía oculta el hada de la be– lleza. Cierto día acertó a pasar por junto a la fuente una rústica pastorcita. Se detuvo, bebió del agua de la fuen– te, y, con gran sorpresa suya, vió en el fondo dPl agua al hada de la belleza radiante de hermosura. •--¡Quién fuera tan hermosa como tú!, suspiró lu pas– torcita. -Si quieres, lo serás, repuso el hada. ---¿Qué tengo que hacer para ello?, preguntó la joven llena de ilusión. -Nada especial, volvió a decir el had,1. Dejarme a mí obrar. La pastorcita inclinó suavemente la cabeza sobre la taza de la fuente y el milagro se realizó. Pronto se encontró en un magnífico s:ilón lleno de luz, y amueblado con lujo exquisito. Cuando menos lo esperaba vió a su alrededor una infinidad de ceremonio– sos galanes que le hacían reverencias y le decían pala– bras de amor, una música delicadísima llenó la sala y muchas parejas de enamorados comenzaron a bailar. La pastorcita se sintió completamente feliz. ¡El hada de la fuente había cumplido lo prometido! La vida de lujo y de placer continuó algún tiempo; pero cierto día, la joven pastorcita se sintió enferma. Un día creyó morir y acordándose del hada de la fuente, 1a llamó con ansiedad. El hada se presentó rápidamente y le preguntó por la causa de su tristeza.
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