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í' :-, ! 1, Y I·'. R 1 O lJ E 7' O RITA sentarme en socirclad como una rara? ¿Qué dirán de mí? De llamar la atención, prefiero hacerlo fomentando mi belleza antes qne haciendo el rídiculo, y entre la.s dos maneras elijo la última. No me creas tan exagerado en mis palabras ni te vayas a figurar que yo suscribo en todas sus partei lo que aca.bo de transcribir del profeta Isaías. Ni pecador, ni puritano. Pero escncha estos versos que leí en cierta oca– sión. Son él y ella. El la pregunta, muy galante, apenas la ve: ¿Con qué te lavas la cara (}lle tan monísi.ma estás'.) :\. lo que ella contesta. con nna coquetería femenina que no se deja vencer en delicadeza: Me lavo con agua clara y Dios pone lo demás. No seré yo tan exagerado como la mna dP la copla pero tampoco tan ingenuo como para creer en todos esos anuncios de productos de tocador que vuelven locas a las jóvenes de hov día. Ni desaliño ni demasiado cuidado; en el medio e~tá la virt.ud . No es, por tanto, reprobable el que una mujer :;e ,u-regle para realzar su belleza. ¡Algu– na8 pobre" lo necesitan tanto!... Pero ese arreglo no debe exceder ni los dictado.e; del buen gusto, ni menos aún Pl decoro cristiano. De la hermo8a Judit nos dice la Sagrada Escritura que se arregló con todas sus mejores galas cuando se presentó ante el impío Holofernes, y como Dios vió en este adorno un fin bueno, dice el Sagrado Texto, que aña– dió gracia a la natural belleza de Judit. Busca, amada jo– ven, en el arreglo de tu persona un fin honesto, y, si es ne– cesario, el Señor premiará con una gracia extraordinaria tu modestfo y tu pudor.

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