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40 R. P. SILVI~RIO DE ZORITA abnegaciones y sacrificios. El mismo cariño de la mujer es un trabajo. Y esto no es una paradoja. El cariño supone sacrificio, y el sacrificio no se hace sin abnegación y sin trabajo. Tu misma vida, a pesar de que ahora la ves tan de color de rosa, es trabajo, y de los más duros. Tal yez hayas oído decir más de una vez: «¡Qué trabajo es el vivir!» La vida es cuesta empinada de 1m,1 montaña cimera ... Mas no temáis a la vida, que si la cumbre es erguida y es pedregoso el atajo ... ¡ El cariño y el trabajo hacen dulce la subida! (PEMÁN.) Aquí tienes, amable lectora, la verdad escueta. La vida es cuesta empinada, es camino pedregoso y difícil, y hay que ca~inar por él... Pero no temas, que al final del camino, entre luces de atardecer verás la meta a donde tienes que llegar con tu trabajb. La belleza en la mujer Entre las cualidades corporales que Dios ha dado a la mujer, la que más estimáis las hijas de Eva y por la que más os preocupáis es, sin género de duda, la belleza. Decir a una mujer que es bella es decirla cuanto se pue– de decir. Aun a las que no son agraciadas, lo que más les entusiasma es que se las diga que son bellas. Es tanta la fuerza que tiene en la mujer esta palabra que, aun sabiendo que no es hermosa, cree siempre al que se lo dice, y llega a forjarse ella misma una belleza conven– cional que la hace creer en el piropo. La belleza es podemos decir, el distintivo de la mu– jer. Por eso no ~n vano se ha convenido siempre en lla– mar a,1 sexo femenino el bello sexo.
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