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tus virtudes, más que por el atractivo de tus encantos na, turales o de tus llamamientos mundanos. Escucha, como final de este capítulo, una escena de. licada en extremo. En Nazareth, aldea perdida entre los montes de Ju. dea, vive una Virgen pudorosa y casta. Está retirada en su pobre casita y pasa los días dedicada a la oracién y al trabajo. Cierto día, cuando más recogida está en su oración se la aparece un ángel del cielo y la anuncia, en nombre de Dios, la mayor gloria a que puede aspirar una mujer. «Dios te salve, llena de gracia:>, la dice el mensajero ce lestial. La Virgen, al oír aquellas palabras de alabanza, se turba y es entonces cuando el ángel la tranquiliza. anunciándola el gran milagro de la maternidad divina sin dejar de ser virgen. María, la humilde, la escondida, inclina la cabeza y dice con una humildad é1ue no tiene nombre: ,:He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra.» Comerás el pan . . Es al atardecer... Las calles y los paseos de la gran ciudad están Henos de toda clase de gente. F,ntre esa in mensa multitud escuchemos lo que hablan dos jóvenes: Amalia.-¿De dónde vienes? Pilar.-De la oficina. ¿Y tú? Amalia.-Yo del taller. PiZar.-¿Mucho trabajo? Amalia. - Muchísimo. Estamos a fines de año, y yti sabes... A las mujeres no se las da abasto en sus ca– prichos. Pilar.-Pues nosotras, ya te puedes figurar ... Balance, cuentas, pagos ... Una enormidad. Trabaja una como una_ máquina.

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