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que el Imperio Romano practicó en los días de su deca– dencia. El historiador César Cantú, hablando de la corrup– ción de Roma, escribió esta página, que no me resigno a dejar de copiar, pues en ella está maravillosamente re– tratada la vida de muchas de nuestras ciudades moder– nas. Dice así el citado autor: «La sencillez del pudor se conserva por una ignoran– cia feliz. ¿Cómo podía subsistir en Roma, donde los niños de ambos sexos iban juntos a las escuelas, donde se sus– pendían príapos-idolillos protectores del libertinaj e--del cuello de las nifias donde estaban adornadas las ciuda– des y las casas de 'figuras impúdicas y desnudas, donde se lavaban en los mismos baños todos confundidos, jó- venes impúberes, ancianos, donc~llas y matronas? · No se temía poner en manos de los jóvenes antiguos autores cómicos con su,· imprudentes obscenidades; asis– tía la madre con su hija a los indecentes bailes de Jas Lupercales, o a las danzas que las cortesanas celebraban en honor de Flora, así_ como también a los teatros donde representaban los mímicos la embriaguez de la prostitu– ción y del adulterio y ostentaban las caricias lascivas de Dánae y Ariadna. ¿Qué pensamientos habían de acom– pañar a estos espectáculos? ¿Qué discursos habían de guirlos? ¿Qué actos habían de ser su resultado?» Después de este retrato tan perfecto de la corrompida sociedad romana, ¿no es verdad que podemos afü,dit con toda verdad que el retrato se repite demushido lit2ralmen– te en nuestros días'l ¿No es verdad que, como en la anti– V.Jrn Roma. también hoy existen mujeres que han dado un adiós definitivo al pudor? ·Díganlo esos miles de es– pectáculos en los que el pudor está completamente au sente; díganlo esas playas, en las que el pudor ha sido arrojado violentamente para que con mayor facilidad la bestia humana pueda entregarse al placer de la exhibición de la carne. Díganlo tantos y tantos centros de diversión en los que el pudor no es conocid0, ni siquiera por su nombre, y en los que, jóvenes inocentes, le pierden, antes de haber sabido en qué consiste. Porque ya te oigo preguntar: