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¡ Que tú nunca tengas que confesar tan triste desenc– gaüo ! Paso a la bondad Al salir del «cine», Adela se encontró con una amiga de la infancia. Después de los primeros saludos y de bs consabidas muestras de afecto, Adela preguntó entre tí. mida y cariñosa: -¿Qué es de tu vida mujer? -Mi vida, repuso la 'interrogada, es una tragedia ... --Oí que te casaste con un hombre muy rico ... --Sí, es cierto ... Pero soy muy desgraciada ... -No llores, dijo Adela tratando de consolar a su ami. ga. La vida tiene días trágicos, pero no hay que dejarse vencer por ellos. -Tú siempre has sido muy buena, y tu bondad ha conseguido enjugar mis lágrimas por un momento. Gra– cias. Este diálogo, amada joven, lo podrás tú repetir más de una vez si eres bondadosa. Dice Bosuet que Dios, al crear al hombre, lo primero que puso en él fué la bondad. Y si esto lo dijo el famoso orador del hombre, nosotros lo podemos decir con más razón de la mujer, porque la bondad existe en el '.;Orazórl de la mujer por necesidad, como e:xisten las estrellas en el cielo y las flores en los jardines. La bondad en vuestro corazón es una cosa innata, que sólo a fuerza ele vicios degradantes puede desaparecer. La misma naturaleza htl hecho el cuerpo de la mujer delicado y sensible, como dando a entender que, ante todo, debe ser bondadosa. Y así, como en la flor buscamos hermosura y perfume, del mismo modo en la mujer buscamos bondad. No importa que contra este concepto cristiano se haya levantado la vida moderna, queriendo hacer atrayente el tipo exótico de mujer. La verdadera feminidad se ha le– vantado reclamando sus derechos y la naturaleza ha triun-. fado brillantemente de todos sus enemigos. Da pena, sin embargo, ver a ciertas jóvenes dejarse engañar por cantos de sirena y lanzarse a la vida alo ..

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