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QUIJ•!:N ERES TU'? 107 Lazo de u11ión La llegada de un hijo al hl'gar trae consigo grandes consuelos, pero también grandes responsabilidades. La maternidad, como toda gran obra, tiene sus exigencias. y la gran obra de la mujer es el ser madre. Ya tienes a tu hijo en los brazos, con él eres feliz, pero quiero que no olvides que eres madre, precisamente, por ser casada; quiero decir que tu marido sigue siendo tu compañero y, por tanto, merece tus atenciones. Hay madres que de tal manera se vuelcan sobre los hijos que llegan a olvidarse de los deberes que tienen para con su marido. La naturaleza te inclina más a ser madre que a ser esposa. pero la razón debe sobreponerse a este instinto, por el que tenemos mucho de común con los animales irracionales. Sigue siendo para tu marido la esposa amante, la esposa agradecida, Ja esposa sacrifica– da. Que el hijo no sea motivo de olvido de tus deberes de esposa, sino por el contrario, que sea el lazo de unión que os estreche más y más con vínculos de amor. El hiio es el fruto de vuestro mutuo amor. ¡Que ese amor, que ha sido capaz de producir esa maravilla, no rompa el hilo de la felicidad de vuestros corazones! Final Hemos llegado, amada joven, al final de nuestro ca mino. Yo escribiendo y tú leyendo. Que los buenos senti– mientos que estas páginas hayan producido en tu alma no sean flor de un día. Que esa sublime vocación de la maternidad sea para tí no una aspiración natural, sola– mente, sino el deseo de cumplir un deber sublime. Dios ha querido que sus criaturas le secundasen en la perpe tuación de la vida en el mundo. Consciente de tan gran misión procura prepararte para ella. Trabaja por adqui– rir las virtudes que necesitas y evitar los defectos que tf' sobran. Sólo así te harás digna de tap sublime misión y conseguirás tu felicidad temporal y eterna.

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