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¿QUIEN ERES T1-T? 105 nuevo va fortaleciendo el matrimonio. Yo no sé si es amor o no es amor, pero ello es lo mejor de la vida.» La cita ha sido un poco larga, pero me lo perdonarás, pues en ella se dice tan delicadamente lo feliz que es la vida de hogar cuando en ella reina un corazón tan de1i– cado como el de Ana María. Procura que los días de tu vida de matrimonio sean todos felices como el primero. Para ello trata de ser la mujer ideal, la única mujer que elegiría siempre tu ma" rido por compañera. No te apenes, pues al saber que ese color de rosa que en el día de tu boda lo envolverá todo tenga que perder esa tonalidad un tanto chillona y estridente; la vida lo exige así. Porque has de saber que en la vida las estriden– cias llegan a cansar, y sólo se resisten durante largo tiem– po los colores suaves que tienen algo de luz y algo de sombra, esos colores grises que llevan consigo cierto en canto de misterio. 1 t-La dicha que se sueüa sí es de color de rosa; la que puede lograrse, la de la vida, es siempre gris." (Benavent~, «Sin querer».) ¡Qué tu hogar, amada joven, sea así, sin estridencias ni ruidos exagerados! ¡ Que durante todos los días de tu vida de casada, al mirar a tu esposo, experimentes esa calma y esa tranquilidad que no tiene traducción en el lenguaje humano! ¡Que cuando salga el sol y alumbre tu alcoba puedas decir a tu esposo, sonriendo: <,¿Ves'.j Así fué nuestro día feliz.» lla florecido el rosa1 El matrimonio tiene un fin principal señalado por Dios y exigido por la naturaleza: es la procreación, o, como dice el catecismo de la doctrina cristiana, criar hijos para el cielo. Así como no se concibe un jardín sin flores, del mi,m10 modo no se concibe un hogar sin hijos. No prestes oídos, amada joven, a esas doctrinas im– pías que van contra esta natural ilusión de toda mujer es-

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