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Nobleza obliga · Pero tu día feliz no ha de ser uno sólo. Numéricamen– te, sí; afectuosamente, no. Este primer día feliz debe ser el modelo de todos los días de tu vida de casada. Muchas veces se olvida esto. ¿No has conocido tú algunas de tus amigas que se casaron llenas de ilusión Y, pasado algún tiempo, te dijeron llorando que no eran felices, que su hogar ya no era un idilio, sino una cárcel en la que ella era la triste prisionera? ¡ Oj :J.lá esto no fuera tan frecuente! Pues si buscas el origen de esas lágrimas le encontrarás en el olvido del día feliz. Hay mujnes que una vez casadas se olvidan de que siguen teniendo los mismos deberes y aún mayore,; respecto a su esposo quP cuando eran novias. Si no quie– res que tu hogar sea como el de esas desgraciadas pro cura, sobre todo, ir adivinando los gustos e inclinacione;::: de tu marido. A medida que vayan pasando los chas ve– rús en él modalidades, pequPñeces, gustos quP durantP el tiempo del noviazgo pasaron desapercibidos, no porque te los ocultasP, sino porque ni el uno ni el otro estábais en condiciones de verlos. Pero a medida que h intimid:irl se hace más profunda. y la frecuencia de trato más con tinuada, iréis viendo los dos pequeños matices, briznas insig-rüficantes. Esto no te debe asustar. Es señal de que en tu corazón y en el de él ha entrado la luz, de que en– tre los dos no hay rincones ni secretos. Cuando el sol penetra en una habitación, aparecen flo– tando en el aire infinidad de motitas que antes no se veían, pero que no por eso dejaban de existir. Es lo que ha sucedido en vuestra vida de casados. Veis motitas que durante el noviazgo jamás aparecieron. ¿Debe esto en– tristecerte y descorazonarte y ponerte a pensar que te has engañado en la elección? De ninguna manera. Al contrario, debes alegrarte, ha entrado en tu corazón la llJZ. Quiero decirte con esto, amada joven, que no debes ilusionarte con lirismos que a nada conducen. Quizá 1o hayas hecho así en un momento de euforia, que no está