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lO R . P. 8 l L \' I•: R I O DE Z O R I 'l' .\ Sin &aber cómo ha venido a tu mente el recuerdo (l¡,J c!ia de tu Primera Comunión, en el que también fuiste a la igle;e;ia vestida ele blanco. La misma lejanía del tiempo transeurrido ha dejado en tn corazón algo de encanto y C\P misterio. Pero est0 día, c'l día de tu boda. es mucho más feliz Entonces eras una niüa; ahora ya eres una mujer. En– tonces tus poeos años no te permitieron saborear la gran. rleza de a.quel día; hoy tu inteligencia y tn corazón están más desarrollados y por lo mismo más capacitados para apreciar las cosas. En manos de una ch' tus amigas más intimas, de tn madre, o ele la modista, pareces exactamente una muñe– ca. Hacrn c!P ti lo que quiPrPn. Tu corn7ón, embpbido Pn otros pensamiPntos, no lo advierte De:-;pués el,' algunas horas, durante las cuales has c;n. t'riclo resig-nadmnente las vueltas y retoques de las que te han ayudado a vestirte, te has dirigido a la iglesia acom p_añada de tus familiares e invitados. En el atrio una mul– titud curiosa espera tu llegada. Y entre los qne esperan E'Stá él. A los acordes de la marcha nupcial has penetrado Pn la Casa de Dios. Tú del brazo de tu padre, que ha qne rido :-;er Pl padrino. 1 Es la última vez que te llevará así, para después entregarte a otro hombre que ha de suplan– tark a {,J en virtud de una ley divina! ,Dejará el hom– bre a su paclre ll a su madre JI se unirá a mujer.e• (Géne- II, :?4.) El sacerdote, en nombre de Dios. te ha h•:cho las tres preguntas del ritual. Tú has contestado con cierta turba– ción, un poco ruborizada. Se lo habías dicho a tn prome. tido muchas veces antes ele ahora, en el paseo, en rl «cine, pero ahora un temor religioso te obliga a decírselo eon ti. nüdez, aunque tu eorazón lo dice eon más sinceridad que nunca. Terminadas las palabras sacramentales has que– dado unida para siempre ante Dios y ante los hombres c-on el que desde este momento es ya tu esposo. ¡Bien– venido sea el día feliz!

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