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Q F I ¡.; :'\ E ll E S '1' F ? y deshacerme en sudores, v,:ira que al dar en la tierrn proclu¡,cct la tierra flores. (PEl'fü\N.) 10), Esa tierra es el corazón de tu prometido. Tierra tal vez sin cultivar. tierra dura, de barbecho, que está espe. rando ansiosa se cumpla en ella lo que dice el u.neta: que le des cuanto tu espíritu enderrn. Y se lo debes dar con, generosidad. Si así lo hace;; verás cómo esa tierra incul ta, llena de cardos, producirá fragantes flores de' abne gación y de trabajo. Pero no abuses de ese predominio que te concede la época del noviazgo. ::=.:i Orfeo se dice QlH.' amansaba a las fieras con la mú¡:;ica; tú debe8 anum8,U a tu novio con el amor. Vete con suavidad ganando su corazón; lo demás. vendrá por añadidura. Nada de precipitacio1Jes, ni de exi. gencias; no se remueve en un día la tierra árida P in. fecunda, ni tampoco es fácil que el camino, trillado por el continuo transitar de mil transeúntl'S, se transforme en poco tiempo blando y jugoso; lo uno y lo otro requiere tiempo, trabajo, y darle sin descanso a la azada hasta conseguir lo que se quien'. Amor todo lo consigue. Cosas más arclnas y difíciles al~ canzó, y castillos roqueros que parecíun inexpugnables, ca– yeron a su imperio como si fueran hechos ele cartón. Gira, rueca mía, gira. yira al 1 1 iento, que se acerca el clía cJp mi casamiento. (F. VILLAESPESA.) Por fin llegó el día deseado. Ante tus ojos, cansiidos por la larg:l vigilia, está el hermoso vestido ele desposada

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