BCCCAP00000000000000000000556

OFRENDA Acabas de doblar la última hoja y se te ha removido algo allá dentro. No sabes qué. Pero lo has sentido. Te ha impresionado l:t ejemplaridad de esta vida quemada para Dios, entre trabajo y dolor. Porque Fray José María logró la perfección de su entrega tntal a Dios a través de una cosa tan sencilla y elemental como el trataj1> de sus manos, unas manos que despu{>s de una jornada laboriosa (por el esfuerzo y el sufrimiento) se juntaban para decirle a Di0s: «Gracias, Señor, por el sudor, por este sufrir tan sin descanso y por esta paz que ahora siento junto a Ti.» Fray José :María, un trabajador enfermo. Dos valores: el tra– bajo y el dolor que dieron a su vida la mejor aristocracia cristiana. Entre ladrillos y manchas de cal escribió su poema del trabajo, en ese deber oscuro y fatigoso, en el ajetreo del andamio y la ¡ 1 a– leta y ... en ese rincón del coro conYentual donde su trabajo y sn dolor eran ofrendados a Dios. Fray José María, día a día se desgastó por servir a Dios sirvien– do a los demás. El no era sacerdote. Pero como Hermano tenía fn– tre sus manos el servicio material de sus hermanos los sacerdotes ca¡puchinos. Y lo cumplió con una dedicación sencillamente pt:r– fecta. Sin desmayo y sin amargura. A la luz de esta vida de Fray José María, maravillosa a fuerz..t de sencillez y de sacrificio, resalta primerísimamente el papel úníc 1 > del Hermano Capuchino. U na labor callada, pero eficaz, imp1 fS– cindible, llena sus horas. Sin ella le sería inmensamente costos:L y casi imposible al Sacerdote capuchino su labor apostólica. Elles, nuestros Hermanos, son los cooperadores del quehacer sacerdotal, la mejor ayuda, porque sus manos no sólo trajinan en las dep,:n– dencias del convento ; también esas mismas manos afanosas s~ juntan y al compás de sus labios, con su oración, ponen más cerca de Dios las tareas apostólicas ; y los sacerdotes trabajan las almas con más seguridad, sabiendo que a sus espaldas está la plegaria 1le su Hermano haciendo fuerza a Dios.