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EL l"RAILE ALBAÑTL 71 palabras: ((Sobre este bendit10 hermano, tan humilde, tan ejemplar, tan bueno, sólo hay un sentimiento unánime: fué un santo. Cuantos l(, conocieron y cuantos han seguido con admiración su última enfer– medad, abundan en idéntico juicio. Su vida fué ejemplar; su muertie, lc1 de un santo». No es extraño, pues, que los religiosos conserven, como preciosa reliquia, cahellos de la barba y que tocasen diversos objetos piadosos a los restos mortales de Fray José 1\faría y de que aquella misma tarde, en la función religiosa de los Jue-ves Eucarísticos, el Padre predicador hablase en su st:rmón de la muerte de Fray José María como de la muerte de un santo. Dado el completo aislamiento de Fray José María de las cosas del mundo, no es extraño que su fama de santidad haya pasado casi des– apercibida para los seglares. Y decimos casi desapercibida, pues te– nemos algunos casos concretos que nos indican la fama de santo que dejó ent1re los pocos que le conocieron y trataron. Sea en primer lugar el famoso oculista Dr. Castre.sana, que le operó en Madrid de cataratas. En la última visita, al despedirse Fray José 1Iaría y preguntar al doctor por sus honorarios, é'ste no sólo no h· cobró nada. sino que le di<'> de limosna mil peset,as. Dicho doc– tor manifestó después al P. Guardián del convento de Jesús lo edifi- cado q11e hahía quedado '1(' la gran rnnticlad ríe hnmilde "º· Recordemos tambÍt'n el caso del médico del convento de Bilbao, cnando qt1iso 1,e~ar la mano c!t' Fray Jo~.:, J\Liría por cn.crle sacerdote, ,, E2ste, retirándola amablemente, k dijo que ((é! 110 era sacerdotie, ,.ino un pohre hermano legoll, palabras que edificaron altamente al doctor. Lo mismo asegur;i el señor Morales cuando dice: ((Fray José era un verdadero santo)). Y don 1\fanuel Orúa, duqm' de la Victoria, descendiente del general Zumalacárregui y gran bienhechor de los Capuchinos de Bilbao, después de ver a Fray José María no pudo menos de hacer esta sincera confidencia al Padre Superior de dicho convento: -'((Padre, aquí tienen ustedes un nuevo hermano Gáratell. * * * La fama de santidad de Fray José I\'Iaría se acrecienta si admiti– mos en él cierto don sabrenatural que, al parecer, Dios le concedió

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