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EL FRaILE ALBAÑIL 65 v la nuestra Madre Maria y su dulce esposo San José, poderoso abo– gado para alcanzar una dichosa muerte)). Es de notar la palabra dulce que aplica a Jesús, María y José como si ya en la tierra saborease la dulzura de estos tres nombres bendi– tos. Sobre la cabecera de sn pobre c,1ma tenía nna sencilla estampa de la Sagrada Familia, y, sin duda, ellos, en d momento de la muer– te, le consolaron y fortalecieron con su poderosa intercesión. Fué también muy devoto de nuestro Padre San Francisco, a quien trat:ó siempre de imitar. Recordemos su predilección por la Orden Franciscana cuando tratiÓ de hacerse religoso. En una carta a su so– brina Sor Josefa Arregui la dice: <<Celebren (la Comunidad), pues; c·omo celebraba m1e"tro St.ráfico Padre San Francisco o, por lo me 110s, imit{rnosle en algo, sobre todo en aquel amor ternísimo que profrsó al Divino ~iíío en el misterio de su 'Nacimiento)). Esta de,·oción se manifestó de una manera especial en su gran amor a las glorias de la Orden, sobre todo a los Sant.os, cuyas vidas leía con frecuencia. Gozaba mucho cuando oía decir que un religioso ck la Orden había obtenido algún cargo honorífico tanto dentro como fuera de la Orden. Leía con especial interés las revistas de la Orden y estaba siempre muy al tanto de tiodo lo que de alguna manera ser– vía de honra a los religiosos. Otro tanto pudiéramos decir de su amor para con los animales dom(sticos, a los que cuidaba con es– mero para que no pasasen hambre. Todo esto indica la ternura de su espíritu franciscano, que go,'.aha con t1odas las criaturas de Dios. * * * Entre sus Santas predilectas estaban Santa Teresa de Jesús y San– tic Teresita del Niño Jesús. Durant1: ias largas horas que tuvo que pasar solo en su pobre celda leyó con especial fruición y provecho las obras de Santa Teresa de Jesús. Cierto religioso asegura que «siem– pre estaba leyendo a Santa Teresa de Jesús y en la conversación la citaba frecuentemente». Pocos días antes de morir le preguntó uno. -¿ Qué, ya no lee a Santa Teresa?