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48 P. SILVERIO DE ZORITA, O. F. M. CAP. lores se hicieron poco menos que insoportables, estaban en la celda de Fray José l\faría el hermano enfermero, que había llegado a po– nerle una inyección de Pantopón, y el Padre que nos ha referido el hecho. Fray José María miró al enfermero angustiosamente y. df's– pués, con voz débil, k dijo: -Píncheme en el corazón La frase no pudo menos cíe:: sorprender al Padre, el cual pensó en una natural impaciencia producida por los enormes dolores. Cuan– do salió el enfermero el Padre se atrevió a preguntar: -Fray José Mara. ¿ por qrn.~ dijo al hermano que le pinchase en el corazón? -Para senúir lo que sintió Cristo cuando murió en la Cruz--con– te11tó--. También a El le pincharon en el corazón. Otro día, este mismo Padre, para animarle a llevar con paciencia los horribles y continuos dolores que sufría, le dijo: --Frav José María, ¿ por tJL1[· dijo al hermano que le pinchase,en la Cruz. -Sí, Padre: también yo lo estoy con dolores y con amor. 5i 1a mortificación procurada es un medio eficacísimo para llegar a Dios, !o es mucho más cuando esa mortificación viene directamente del mismo Dios, sin que el alma intrrvenga en proporcionársela, lo cual sucede cuando Dios prueba al alma por medio de la enfermedad u con penas y contradirciones de espíritu. Fray José María t1n-o qne soportar ambas durante largos años. Casi siempre estuvo enfermo y de enfermedades dolorosísimas. Pri– mero cataratas en ambos ojos, después el dolor de riñones, que le duró más de treinta aí10s, y finalmente el cáncer de estómago que le llevó a1 sepulcro. Durante los últimos cinco años estuvo habitual– mente en cama sin casi poder moverse, y cuando lo hacía era a costa <;le enormes dolores. Fué, pues, la vida de t"<,te sant10 religioso un
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