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EL FRAILE ALBAH!L 47 --Qué hay, Fray José María, ¿ está blanda la cama? -Sí--contestó él-; pero siendo joven como V. C. (Vuestra Ca- ridad) ya dormí yo más de una v1cz en la~ tablas demuelas v con nn tronco por almohada. Estas palabras nos hacen sospechar un mundo de mortificaci"ón que sólo Dios y él conocieron. -Después de Maitines-nos asegura uno de lo,; religioso:;-·-casi siempre se qncdaha en el coro haciendo oraci(m. robando ,,J tiempo necesario al sueño. Hasta un mes antes de morir-nos dice otro-se levantó a las seis y media. de la mañana para comulgar, a pesar de los horribles dolores tJue padecía. Y el Sr. Morales nos asegura que durante el tiempo que estuvo en su casa, todos los días se levantaba a las seis de la mañana, tanto en verano como en invierno para hacer oración. -Una vez-nos refiere este se,ñor--le encontrt en cama con los brazos extendidos y los pies cruzados en la forma que se representa a Cristo en la Cruz. Al decirlo yo : --,,~ ((Qué manera era aquella de descansar ?-me contestó: --No puE-do comprender cómo Jesucristo pudo resistir tres hora~, (:n la Cruz de esta manera, cuando yo no soy capaz de resistirlas en la cama. Por estas palabras po<lemos deducir qtw t·sta (k mortificación la debió practicar con mucha frecuencia. Era un avaro de la mortificación. C11a11do murió, t·l P. laeonanlo de Vera, dijo a un religioso: - ¡ Qué pena! ¡ Se nos ha ido el Padre que tantos motivos nos proporcionaba de mortiificación ! * * * Pero donde se echa de ver más su espíritu de mortificación es en su última enfermedad. ¡ Es lástima que los religiosos que convivieron con él en tan dolorosa circunstancia no nos hayan conservado más datos edificanties sobre el espíritu de mortificación de tan santo her– mano! Unos días antes de morir, y en un momento en que los do-
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