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40 P. SILVERIO DE ZORITA, O. F. :M. OAP. jese: «Fray José, haga esto o lo otro», y él me obedecía con la ma– yor sencillez y prontitud. ¡Parecía no tener voluntad propia, y esto subía de valor conociendo la energía de su carácter. El gran re~peto que profesaba a los sacerdotes le hacía 1'er cie· gamente obediente a ellos. Se ofrecía a servirles incondicionalmente en todo y cuanto podía prestarles algún favor se le notaba en el rostro la satisfacción que sentía en ello; es más, no esperaba a que le pidiesen nada; él, con ingeniosa humildad, trataba de aw.riguar lo que necesitaban para proporcionárselo inmediatamente. Otro tan– to hacía con los demás religiosos ,aunque fuesen menos antiguos que él en la Orden. Su obedirncia a los Superiores rayaba en veneración y casi di– ríamos en santo temor filial. -Los últimos dias de su vida-afirma el P. Guardián del con– vento de Bilbao--, a causa de sus enormes dolores, se separaba un poco Ia ropa de la cama, creyendo encol'ltrar en ello algún alivio : pues bien, al corregirle yo suavemente, él, sin decir palabra, volvía a cubrise como estaba. Su obediencia a los actos de Comunidad se manifestaba en su prontitud 2-" fidelidad, no dispensándose de acudir a ellos, a pesar de sus achaques y enfermedades. -La vida religiosa la llevó siempre con el máximo rigor, a pesar de su trabajo continuo y de sus muchas enfermedades. Su pobreza fué extremada. En su celda no había nada supérfluo, ni, menos, curioso o inútil. -No sé si tenía alguna cosa, fuera de la Regla y la disciplina --afirma uno de los religiosos que más le trataron.
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