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LA ORACION DEL TRABAJO La ley del trabajo es universal. Ya en las primeras pagmas de la Biblia aparece esta ley del trabajo impuesta al hombre antes del pe– cado como un entretenimient10, convirtiéndose, después de la caída, en un castigo. De una manera o de otra todos los hombres tenemos que tra– bajar. Los antiguos monjes hicieron del ora et fobora, «reza y tra– baja», el lema de su vida; y nuestro Seráfico P. San Francisco nos deió escrito en el capítulo V de su Regla: «Los frailes a los cuales el Señor dió gracia de trabajar, trabajen fiel y devotamente, de tal manera que, echada fuera la ociosidad, que es enemiga del alma, no maten el espíritu de la santa oración y devoción al cual espíritu las otras cosas temporales deben servir.» Ahora bien, ningún ~rahajo tan aborrecido del hombre como el trabajo manual. Entre los romanos estaba sólo reservado a los es– clavos, y fué necesario que tl Hijo de Dios se encerrase durante treinta afios en el humilde.. tialler de un carpintero para de esta ma nera dignificar y santificar el trabajo manual. Desde entonces han sido miles y miles los trabajadores que se han santificado en la ruda t'.Scuela del trabajo manual siguiendo de et.rea los ejemplos del Divino Trabajador de Nazaret. Fray José María fué toda su vida un trabajador, un obrero, en ei sentido que hoy damos a esta palabra. Siendo muy joven aprendió en su pueblo natal el oficio de albañil y en la religión siguió wabajando en él durante la mayor parte de su vida. Los conventos de Lecározi Fuenterrabía, El Pardo, Madrid.,

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