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E¡ FRAILE ALBA:&IL 33 Ocho días antes del primer sábado de noviembre entregó su alma al Señor. ¿ Podrá satisfacer la explicación natural de estas palabras diciendo que cuando las pronunció estaba ya gravemente enf,.:rmo? Creemos que no. Todo enfermo, por muy grave que esté, siempre cree que va a vivir más de lo que en realidad dura su vida. Estie es un hecho psico– lúgico. Por tanto, si Fray José María, a veinte días de distancia, mar– ca una fecha tope en su vida, creemos no será aventurado el decir que tuvo ren.. Jación del día de su muerte. En la última carta que escribió a su hermana Agustina leemos lo siguientie: «Como me encuentro .~·raremente enfermo yco11w no sé cuándo me 'il.e¡.;ará mi último fin ... » Estas palabras, al parecer contrarias a lo que estamos probando, no S>: oponen de ninguna manera a nuestra argumentación. En primer lugar porque fueron escritas el dia 18 de septiembre, dieciocho días antes de haber pronunciado las palabras en que apoyamos nuest:ro aserto, y en segundo lugar porque no fué escrita por él directamen · te, sino dictada a otro relig·ioso, razón por la cual, aun suponiendo que tuviera noticia cierta del día de su muerte, lo ocultó humildemen– te a su amanuense. Pero aún así se deja entrever en dicha carta cierta .,eg-uridad del próximo dia de su muerte. «Quiero dirigirme a ti --dice--, puesto que tú eres la única hermana que me queda, pára despedirme de ti y rogarte que, cuando sepas mi muerte, ruegues mu– cho por mí, como yo rogaré por vosotros cuando me presente ante la Majestad del Señor. Si queréis verme antes de mi muerte, vengan a verme mis sobrinos, no mujeres, porque ya sabéis que en esto¡¡ convent,os de clausura no pueden entrar mujeres y sí sólo hombres.» Estas palabras, en su admirable serenidad, ¿ no implican una certeza del cercano día de su muerte y de ¡¡u conocimiento?

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