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El J'R.IIILE ALBAÑIL 3:i. Pero hay en la vida de Fray José María un hecho que revela más aÚ_Il su gran humildad, y es la recepción de los Santos Sacramentos de Confesión y Comunión. Se confesaba todos lo,, dias, y lo hacía con tianta humildad que movía a devoción. Cierto día se atrevió un reli– gioso a preguntarle: -Fray José María, ¿por qué se confiesa tantas veces? -•Porque tengo que decir todo lo bueno y todo lo malo que hago rara que así s1:pan ~ui1:n soy. Si alguna vez dejo de decir alguna cosa, aunque sea pequeíía, no estoy tranquilo hasta que la digo. Se consideraba tan gran pecador que no se atirevía a recibir la Sagrada Comunión sin antes purificar su alma en el Sarramento de la Penitencia. Su respeto a la Eucaristía era grandísimo. Cuando pa– saba por delante del Santísimo besaba el suelo a pesar de que para él suponía el hacerlo un verdadero martirio. Cuando ayudaba a Misa parecía un ángel, tanta era su devoción y ~:an grande su recogimiento. E-;tando en Madrid durante el período «rojo)), en cas;1 del stñor Mo– rales tuvo lugar lo que este mismo señor nos h2 rPferido y que es 1111a prueba más de la humildad de Fray José María. «Desde el mes !le noviembre-son palabras del señor Morales-tuvimos en mi casa a 1 Santísimo Reservado. Como los sacerdotes conocidos no podían vP.nir con la frecuencia que era de desear, los seglarc:s no:, auEm1Ís– trábamos la SagTada Comunión. Pues hien, Fray José María, que era el más indicado para hacerlo en mi casa por sn c;:rúrter religioso y por su edad, jamás quiso t1ocar con sus manos las Sagradas Es– pecies, y recuerdo con emoción las veces que recibió l,1 Sagrada Co– munión de mis manos, mil veces más indignas que las suyas.» Uno de los ejercicios que más practicó durante toda su vida fné el del arrepentimiento. Estando en casa del señor Morales le indice• el deseo de tener el libro titulado Espíritu de compunción. 1'i o sahernus desde cuándo conocía Fray José María este libro, pero lo ciertiO t-s c1ue dicho señor Morales le regaló un ejemplar, el mismo que tene– mos delante al escribir estns líneas. Está completamente gastado, prueba del mucho uso que Fray José María hizo de él. Algunos reli– giosos aseguran que todas las noches leía un capítulo antes de dor– mir. El P. Guardián del convento de Bilbao, conocedor de la gran estima en que tenía Fray José María este libro, :-e ofreció, a leerle

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