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3í P. SILVEUü DE ZC,,>ITP., O. F. M. CAF. Y con todo, jamás se le vio dar muestr;is de1 rn:í mí1timo orgu– llo. Trahajó más y mejor que nadie en su oficio y, sin emharg·o, mm– ca hizo ostentación de su valer. -Un día-refiere cierto religioso-se enfadó conmigo en la car– pintería porque no le había hecho una cosa que me había mandado. Poco después vino a mí, muy apenado, y me pidió perdón. Cuando celebró las Bodas ele Oro ele su t1oma de hábito, los Su– periores quisieron dar al acto extraordinaria solemnidad, como se acostumbra en nuestra provincia de Castilla. Pues hien, Fray José María, tan humUcle, se llevó un auténtico mal rato. Oigamos cómo lo refiere uno de los religiosos testigos del act10. «Cuando celebró las Bodas de Oro de s11 profe,sión religiosa est.alJa como confundido. ~o– bre todo al tener que ocupar un lugar preferente en el presbiterio, después en el refectorio, presidiendo la mesa ron el P. Guardián, y por la tarde, en la función religiosa, dando a besar el cordón será– fico a todos los asistenties.» No podemos menos de figurárnosle con Jo,c ojos bajos, la manos recogidas, vestido del hábito nuevo que es– trenó ese día y anonadado por tantas atenciones. No e~ extraño que t'l mismo confesase humildemente «quf' tenía muchas ganas de que t.erminasr todo aquello porque no acertaba a estar así)). Apenas ter– minó la Íuncion religiosa se quitó el háhito nuevo y no lo volvió a porn'r más en su vida. Ejemplo de su profunda humildad es también el signientc caso. Llegó cierto día al convento el médico de cahecera. En uno de íos claustros se encontró con Fray José Maria y, sospechando que sería hacerdote, aí saludarle se d1s¡rnso a i>es:tr;e ta mano. Fray Jos(· María, con toda rlelicadeza. r,·tiiró la mano al mi~mo tiempo que dijo al doc– tor : <<Yo no soy sacerdote, soy un pohre hermano lego.>> Ni que de– cir tiene que el médico qnedó altamente edificado de aqneJla humildad. Su gran humií<lad le hacía tratar con sumo respeto a los sacer (iote;;. Sirndo hospedero en e1 convent10 de Jesús (Madrid) se des– vivía por atender a los Padres que lleg·ahan de predicar o de viaje Les be,aha la mano con gran humildad v devoción y les preguntaba si querían tomar algo. Siempre tenía las celdas muy limpias y éi mismo senía la comida o la cena, quitándose a veces su misma ración para poder aknder a los huéspedes.

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