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P. Eusebio Villanueva No es la vida el más preciado bien, decía uno, es el honor, la dignidad. Y estos 3 hombres están pidiendo con la mirada su ración de consideración mínima garantiza– da. Si se les abre las fronteras, se les debe abrir también el corazón, y la posibilidad de vivir y realizarse como personas y como familia. Es el drama de las inmigraciones. Es duro este mundo donde, por la fuerza de las circunstancias, ponemos tantas veces el cartelito de «completo» sobre nuestro corazón, en nuestra agenda y en nues– tros servicios... Me lo decía en Suiza un chileno desesperado porque no le concedían el estatuto de refugiado, y me lo decía con un refrán chino: «con dinero puedes hacer hablar a un muerto; sin dinero no podrás acallar ni a un mudo». El hombre y su destino tiene un «precio» y no siempre está en venta el alma. ¿Qué hacemos? ¿Qué hago yo? Preguntas para hacérselas delante de Dios y ante las propias manos abiertas. Un poeta negro nos dice: « Yo tenia hambre, y voso– tros fundasteis un club de reflexión y habéis discutido de mi hambre... Yo estaba en la cárcel, y habéis rezado por mi liberación... Yo estaba desnudo y habéis examinado las consecuencias morales de mi desnudez... Yo estaba sin techo, y me habéis predica- do los recursos al amor de Dios» ... La ayuda de Dios es la suya y no nos suplirá. Pero siempre nos completará si la ofrecemos. Basta entrar en el «circuito» de Dios, como en la multiplicación del pan... Claramente nos lo dice ya en el Primer Testamento, el Antiguo: (lsaías, cap. 58 y 59): «Los hombres me buscan. Desean tener cerca a Dios... Mira, la mano al Señor no es tan corta que no pueda salvar. Ni tan duro de oído que no pueda oír... Abrir las prisio– nes injustas... dejar libres a los oprimidos... partir tu pan con el hambriento; hospedar a los pobres sin techo; vestir al que veas desnudo y no cerrarte a tu propia carne... Entonces romperá tu luz como la aurora... Te abrirá camino la justicia; detrás, como tu guardaespaldas, irá la gloria del Señor. .. El Señor te guiará siempre... Hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado... Reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán tapiador de brechas, restaurador de casas en rui– nas... » Sólo salvando vida, Dios salvará la nuestra. El viene a nuestra tierra como un refugiado y desnudo en una cueva. Y desnudo en la Cruz se irá como un excluido. Mendigo siempre de amor, que es su única pobreza. Y llamando a tu puerta y a la mía, a la de todos. Y nos dice «si me abrís entro y ceno con vosotros» ... 96

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