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P. Eusebio Villanueva Noticias sencillas, recogidas al andar, al vivir, al respirar. Destiladas en impre– siones, ideas, experiencias. Sin pretensiones y sin rigores intelectuales. Escritas a vuela-fe... Demando ser oído, antes que escuchado. No es exhibicionismo, sino dolor de corazón ante cada llaga... Hablo desde mi experiencia, porque es la más inmediata y fresca que tengo. Y de la que me fío sin exclusivas... Tampoco lisonjeo a nadie. No adulo ni a un cardenal primado que salga al paso. Lo que afirmo de alguien lo siento de verdad. Aunque, no todo lo que siento, lo digo aquí... Eso sí, como burro viejo, jamás he olvidado donde hay pasto tierno. En la Palabra y en las 5 llagas del Señor: en las pobres carnes del hombre. Desconfío de los intelectuales «piensos-compues– tos» teológico-políticos, sobre todo cuando se meten a pastoralistas... Que esos sueñan por arriba, mientras los otros padeciendo por abajo. Este libro es como una «botella al mar». Pero con un mensaje estrellado de significados, vivo y palpitante como pececillo en la mano. Que puede ser interpre– tado de tantas maneras... que pierda interés el naúfrago para ser localizado y tenido en cuenta. La vida de un hombre se compone de 3 líneas sinuosas: lo que ha creído ser/ hacer, lo que ha querido ser/hacer y lo que fue/hizo. Pues bien, esto es lo que no importa aquí y ahora. Es lo de menos eso. Esto es sólo el dedo que señala la estrella, al Señor. Miremos, pues, las 5 llagas del Señor. Las llagas del Cuerpo del Señor en los hombres de Hoy: el sufrimiento humano. Tampoco inivita este libro a convertir la visión y la memoria en un arma. Como avión que va desovando sus «bombas» sobre el personal y las instituciones. Sí, en instrumento de amor y de servicio. Y, desde luego, más vale tarde que nunca jamás. Como dijo F. G. Lorca una vez a un chopo: «maestro de la brisa, en este mundo es inútil quejarse». Es preferible sumarse al amor, a la construcción, al don de sí, que andar escobeando telarañas. Aunque, a veces, todas las entrañas se te insubordinen. Mejor encender una cerilla, que llenar de maldiciones las tinieblas. Mejor señalar todo lo que es positivo y esperanza y hacerlo ver y confiar, que inventariar defectos y carencias... No es el camino de Judas, el que apresura la gloria de Dios ni el bien del hermano hombre. Tampoco sirve el reunirse sólo los que piensan igual y seguir siendo unos pocos por los siglos de los siglos. E igualmente ¡no! a los «relojes parados» en la nostalgia de las viejas golondrinas que no han de volver. Desde luego que tampoco sacar un cigarrillo y encogerse de hombros... Mejor, ser un humilde pescador de vidas a la deriva para ayudar a encontrar la dignidad de cada uno y al Señor. Por ahí pretendo hacer camino y «memoria»... Toma y lee. Gijón, abril 1994. 8
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