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P. Eusebio Villanueva Y deja de hablar como si hubiera cerrado una llave de paso. Vive la miseria sin darla un nombre, lo que le ayuda a vivirla. Y muy hambriento de justicias. Que morirá sobre esa su hambre. El cansancio y el furor se reparten su rostro. Es curioso ver cómo, incluso la marginación, es un reflejo -a su nivel de la misma sociedad. Con sus desigualdades, egoísmos, racismos, partidismos, y xenofobias. Les es difícil comprender y aceptar el mutuo servicio y la gratuidad de sus servicios al común. Creándose reacciones reivindicativas a su personal asistencia de los demás y sin contrapartida de reconocimiento-agradecimiento de cortesía elemental. Haciendo el uso de los servicios a puro egoísmo. Con ese talante tan español de «el que venga detrás que arree». Hay una notable diferencia entre las mujeres y los hombres. Entre ellos se da menos la cortesía de dejar las cosas en la limpia presentación que encontraron. Marginalizan sus propios utensilios y lugares de convivencia... Re-aprender a «vivir» y a «convivir» es un largo camino, que se desanda a zancadas y se anda a pasos humanos de formación e interés. ¡Bueno!, Dios tenía en el Paraíso Terrenal dos colaboradores, dos parroquianos. Un hombre y una mujer. No pudo hacer vida ni con el uno ni con la otra. Y eran «carne y hueso» de la misma carne y hueso. ¡Ni por esas... ! «El que venga detrás que arree» ... era su recien descubierta filosofía... Hoy tengo retraso en la limpieza de los servicios sanitarios y las duchas. A un viejito arrugado, peludo y tristón, le van a duchar en la bañera y luego afeitarle. Es condición -por respeto a los demás- para quedarse en el Albergue. Y la ropa toda a la lavadora, toda. Se le provee de todo y un joven le va a bañar. Está rezongón y a la defensiva. - «¡Hacerme a mí esto!. ¡a mis años!» Y ostensiblemente teatral exagera su tiritona. Me mira a mí, que estoy con los utensilios de la limpieza y vuelve a vocear, por si hay «eco»: - «¿Verdad que te estorbo para la limpieza?» - De ninguna manera, abuelete. Yo espero todo lo que sea necesario, hasta que usted salga brillante y guapo como un tenorio. Y allá entró, animado por el joven, que le repetía una y otra vez: - «Ha dormido en cama sucio porque llegó a media noche. Pero ya le dijeron que a la mañana «aseo general». Además el agua está calentísima... ¡Verá!, ¡verá! Pero no le bastó con ver y tocar. Bufaba, todo eran «ayes» y protestas... y el chorro de agua a presión. Y, de cuando en cuando, noticias breves y aclaratorias. - «iHoy me muero aquí! Pero qué necesidad había de esto, si yo ya no sudo siquiera... Y, total, dentro de una semana voy a estar igual. .. Cuando salió a la media hora limpio y rasurado, reclamaba con urgencia el desayuno: - «¿Me lo he ganado, no?» El viejete se reía de su figura ante el espejo. Evidentemente satisfecho en la piel y en sus ojos de aquel trance infantil. Hay gestos hermosos y fraternos en este Albergue, que se hacen a veces como a regañadientes. Pero que son portadores de dignidad al servido y al servidor. Y ese buen-amor hace crecer, no hacia arriba, sino hacia dentro. A veces a las gentes nos falta darnos en los detalles. Porque estamos sin imaginación, sin el sentido de la 60

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