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P. Eusebio Villanueva Lunes: 4 Oct. 1993: ALBERGUE. FIESTA DE SAN FRANCISCO sta mañana he hecho mi media hora de camino hasta el Albergue con el corazón en lo alto y el Canto de Francisco «Alabado seas mi Señor» ... en los labios y en los ojos... Siento una alegría perfecta en mi corazón y en mi vida. También la alegría de comenzar este día de celebración franciscana con el rezo de los Laudes en fraternidad y ahora el servicio a los queridos y preferidos Hermanos de Francisco: los pobres. en el Albergue. He sido acogido por las 4 Hermanas Franciscanas con el beso franciscano y la Paz y el Bien. La sonrisa amplia del júbilo celebrativo... Hoy mi saludo a los que me encontraba, no eran los «¡Buenos días!», sino el de PAZ y BIEN. Algunos me han mirado extrañados y me han respondido con su ¡Buenos Dias!. .. Su mundo no es de celebraciones, sino de días de supervivencia mejor o peor logrados... frente a una ciudad y una cultura donde fracasar es un pecado social y un delito a pagar. He hecho mi trabajo con más detalles, asiduidad y expresión callada de amor y aprecio por estos hermanos golpeados desde todos los costados, como a los perros callejeros. Y hasta la mala suerte tiene poder sobre ellos, através de ellos mismos, de su entrega, de su pasividad. Mi meditación-oración ha sido Francisco en su conversión através de sus 3 Encuentros: con el Corazón de Dios, con el Rostro de Dios y con la Voz de Dios. En el mendigo con quien intercambió sus ropas para pedir: sintió el Corazón mendigo de Dios. En el leproso a quien besó: se le descubrió el rostro de Cristo. Y en el Cristo gastado, empolvado y lavado de lluvias de la hermita ruinosa de San Damián: escuchó la Voz de Dios... Los pobres le evangelizaron a Francisco y se volcó al Evangelio como única Norma de Vida. Y aqui encontró la «sal de su existencia». La conformación con Cristo, el Dios que se había conformado con el hombre. Fué el abrazo franciscano en doble movimiento de Cristo y Francisco: venida e ida, abajado y aupado. Murillo nos lo dejó bien plasmado en su cuadro. Lo dió todo, como El, hasta la desnudez total. Y cuando ya no tiene nada siguió dando, se dió a si mismo, lo que era. Las cosas «protegen» de Dios y una vez libre de las cosas y de su deseo de ellas, se da él. Esto significa la Pobreza de Francisco de Asís. 54
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