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P. Eusebio Villanueva Albergue. Y esto es don, gracia de Dios personal y un corazón así de grande a fondo perdido. Uno puede comprender estas historias humanas y todas las otras destrozadas por cualquier causa y en cualquier dimensión. Pero siempre te dejarán triste. Triste con tristeza de sonrisas y con tristeza de impotencias personales. La Fe entonces duele desde muy adentro... A veces, como ahora, uno llora de impotencia, dolido por la ferocidad del mundo... En el mundo de fuera, allá por el patio y la ciudad también llueve. Como si lloviera todas las lágrimas de Dios... Y esta es la más honda razón de mi presencia aquí y en «otros aquí» entre los marginados, los desheredados de la vida, en los litorales de esta geografía humana. Entre la doble pregunta que me hago: ¿Ser o qué? ¿Estar o cómo? Pero, recordando hermano, que no crece el río con agua limpia, sino con los jugos y los limos de la tierra. Que ¿por qué me dedico a hacer esta presencia y trabajo? Algún día volveré sobre las razones. Pero desde este elemental «aquí» digo ya: -«por tener piedad de mi pobre Fe y de la Fe de estos Hermanos machacados por abandonos propios y responsabilidades ajenas». Y de ahí para arriba toda una estructura de razones y motivaciones, como hombre, como cristiano, como franciscano ... No se trata de hacer humildades puñeteras. La humildad en boca propia es peor que la soberbia de Lucifer. Tampoco se trata de «síndrome de Estocolmo» ni otras paparruchas psicoanalistas... Ya sé, ya sé que todo esto son «utopías». Por eso precisamente estoy. La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos. Camino diez y el horizonte se corre diez pasos más allá.. Cierto, por mucho que yo camine, nunca la alcanzé ¿Para qué sirve la Utopía? Para eso sirve: para CAMINAR. Lo otro, «el realismo» pastoral tiene demasiados esquemas y escamas. El dolor de los pobres, en cambio, no es un esquema, sino una realidad sin escapatoria. Es una desgracia humana y un camino de gracia de Dios con carnet de identidad, si los hombres entramos en ese circuito conductor. Desde luego que a mí me preocupa entrar y estar en ese circuito y que no me «aparten» de él. Porque es donde Dios se muitiplica. 48
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