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P. Eusebio Villanueva Lunes: 27 Sept. 1993: ALBERGUE -San Vicente de Paul- e orno todos los días a las 8 h. en punto dejo la Oración Comunitaria y me voy caminando al Albergue. Llueve con desafío e inclemencia fiera. Parece que han reventado de golpe los vientres de las nubes, paridoras de tormenta. El paraguas es un distribuidor loco de gotas que con el viento se concentran contra el pantalón. Mis zapatos, bastante cadáveres, están abiertos por la plantilla. No se ve, pero se siente viscoso dentro. No hay remedio. Pronto los pies se enojan de agua y arrugas de calcetín. Tendré que tirarlos o relegarlos para el verano. Yo sé que el otoño y el invierno de Gijón son caudalosos terqueando obstinación. Hoy en el Albergue hay salidas urgentes. Son bastantes los que tienen que pasar revista y consulta médicas. Me agrada esto. Aunque hoy sean menos en el trabajo de limpieza. Esto es otra nota buena del Albergue. Que pueden tener asistencia sanitaria y seguir el tratamiento con regularidad, como todo fiel ciudadano... Son muchos los que están «tocados» de «algo». Esta situación de asistencia les integra en el convivir común ciudadano. Se sienten más personas normales. Con derechos respetados y necesidades atendidas dentro de la sanidad nacional. Al menos es un golpe de retroceso a la «marginación». Pienso a gusto, que se está en el buen camino en esta acción social del Albergue. Una de las Hermanas se cuida de distribuir los medicamentos prescritos a sus horas señaladas, evitando olvidos a los enfermos. Una señora «canta» sus lastimaduras, a pesar del reuma que la muerde y de la lluvia que desalienta. Pipía como un pajarito, aunque nadie la escuche. Se hace tan visible como un botón que falta... Se ha vestido de calle y a colores. La saludo por sus desparramientos de penita-pena. Y me dice que va a cobrar su pensión. Es final de mes, claro - «una paga sin «traballar», para que se entere usted. Ya trabajé como una mula antes... Y se frota el estómago con placer de esperanzas. Habla y habla. Tiene mucha charla depositada... Feliz la niñez, con penurias. Como era pequeña, con pocas cosas se consolaba... Todos los días que vinieron después, fueron tiempos de sufrir. 40
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