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Las 5 llagas del Señor que si le abren de una p. vez. Hace un frío húmedo de cala huesos y alma. Le acojo con una sonrisa pacificadora y le digo ya de entrada: - ¿Cómo no has venido antes, con esta noche tan dura? - ¡Y yo qué sé! estoy harto de todo. Tengo asco... de todo. Se deja caer en el banco y lagrimeando etílicamente comienza a contar sus tristuras desde antaño. Llora y siento vergüenza de verlo ante él. Son lágrimas de su vida, brotando del tiempo y de la pena de sí mismo y le empapan la cara. En lo hondo, en lo triste, en su alcohol, ve nublado el mundo. No sabe quién soy yo. Ni imaginarse que yo sea un «cura». El alcohol -yo no lo sabía de esta manera- no les sirve a los pobres para olvidar, sino para sacar fuera los recuerdos más de prisa, para liberarse de ellos si alguien los recoge comprensivamente... Le llevo a la habitación doble y le preparo la cama, mientras él se seca las lágrimas a manotazos. Le entrego 3 cigarrillos para que se tranquilice antes de acostarse, le indico los lavabos y le doy las ¡buenas noches! Al marcharme oigo que se derrumba sobre la cama con todos sus huesos y sus penas y su alcohol. La dormida va a ser rápida y de un tirón como sus vasos de tintorro. Espero y le deseo que mañana (es un decir) con nueva luz todo cambie de paisaje. Nadie es profeta en su tierra y no hay tierra más suya que su propia vida. Volverá a las andadas y a los recuerdos húmedos y seguirá bebiendo más de lo que manda el vaso... Fuera, de la calle, llegan los ruidos de la vida, no que madruga, sino que se recoge. Pasan gritones las pandas de jóvenes. Horas de salidad de las discotecas. Regresan al Natahoyo y La Calzada agotando su ilusión de vivir. ¡Que lo es! Me acuesto vestido, por si las llamadas, y logro dormir algo contra la mañana. Hoy la Policía no ha desembarcado a nadie. A las 6'30 h. me lavo y afeito. Y a las 7 abro la puerta a un señor que se va a trabajar a un bar.¡Buenos días! y cómo se ha descansado... Mejor trabajar en Domingo que robar en Lunes... Otro que también se ausenta hasta la noche. Cuando las 8 h. están en el borde de la aurora enciendo las luces de todos los dormitorios y arreglo mi cuarto de «guardia». A las 8'30 se sirven los desayunos, que el estómago llama a plegarias gástricas. Pero yo ya habré salido a la calle, hacia la pastoral del Domingo. He tomado una aspirina y ahora la cabeza me está doliendo mejor. Ya no me preocupo demasiado de las maldades del tiempo admosférico. Tengo gozo y sueño... Estoy instruido en las resignaciones en mis pasados trabajos obreros, en mi convivir emigrante y desde los tiempos de niño. Con mis 60 años he alcanzado este descansillo de fe, especie de comienzo de la mitad del fin. El reposo es Dios. Lo demás, disfrutado como «descanso de viejo», me parece estafarle a Dios su tiempo. Y no se pueden descansar los talentos, porque son de El y a cuenta. Así nos han educado, como Dios y «Santa Regla» mandan, de virtud en virtud. Yo quisiera recordar siempre lo que me dijo un emigrante, que me vió en un entierro con el hábito capuchino puesto: - ¡Fraile!, lo que tienes por fuera se llama hábito. Ten cuidado que, lo que lleves por dentro no se llame igual. .. ¡Gracias!, no lo olvido... como tampoco olvidaré que la memoria del Pueblo es siempre una profecía... 39
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