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P. Eusebio Villanueva Algunos se han olvidado por las calles-bar y van reintegrándose al Albergue a cuentagotas. El reglamento sufre la noche de los Sábados con algunos. El último de los fijos -me avisan- llegará hacia las dos de la mañana, pues trabaja de camarero en un bar, esperando arreglar su situación ... Otros 6 han marchado hoy a la vendimia... Cierre de luces del patio y conexión de timbres en el cuarto de guardia, que está en el patio. Bajo el tejadillo de uralita, sentado y fumando tranquilamente está un francés, que aún no se ha ido a la cama. Tengo un aviso para él. Le notifico que debe ducharse esta noche o mañana por la mañana si desea continuar en el Albergue. Aunque parece entender el español se hace el desentendido. Viste rotosamente, desgreñado, sucio y maloliente. Está tan fuera de la vida normal de los que de este sereno lugar nuestro, que te deja perplejo. Ya ha venido otras veces y se queda una noche, pero no se ducha. Es una verdadera figura de «clochard» francés clásico, de los de la orilla del Sena en París. Le saludo en francés y le ofrezco mi saludo en la mano y mi nombre. El me dice llamarse.... Sin más identidad ni biografía y un tanto extrañado porque le hablo en su idioma. Le recuerdo la norma del Albergue en cuanto a su dignidad de la limpieza para convivir aquí. Se le ofrece nueva ropa y el lavado de la que lleva puesta. Es claro que él se niega a la ducha. Me explica sus razones: - si me ducho pierdo mi calor térmico y ya comienza a hacer frío. Además yo me siento a gusto ¿para qué cambiar? Seguro que mañana se irá hacia otros horizontes que no le reglamenten. Lo dice claramente su mirada y su gesto. Yo quiero entender y me pregunto: ¿Será que usa la suciedad como instrumento de trabajo para la lástima de los posibles clientes de su mendicidad? Imposible saber, él ha cerrado la garita de su diálogo... Hay algo, una zona, que constituye el último rincón de propiedad privada: la intimidad dolorida y frustrada de cada pobre y de cada historia.Y ahí sólo Dios tiene derecho a entrar. Es tierra sagrada y ni descalza se ha de osar... Respetarlo es un deber sagrado frente a un derecho sacrosanto.¡ Bonne nuit, Jacques! He entresoñado hasta altas horas de la madrugada. He sentido recelo ante la nocturnidad, sin llave para cerrarte por dentro. El tiempo parece congelarse. Fuera continua lloviendo. Escucho el murmullo del agua que sudan dulcemente las nubes allá arriba. Y llegan los recuerdos de aquella otra noche llena de luz y de preguntas allá en Lausanne, la Suiza de mi memoria-mundo, en que vía la Madre Teresa de Calcuta invitada por las iglesias cristianas a hablarnos en la catedral. Sus ojos son afirmaciones de seguridades... Y luego aquella otra noche primera en Avila, larga y llena de preguntas y respuestas... sobre mi vida y esta vida pastoral en esta Iglesia Española... la mendicidad... los pobres... su comedor público... los miedos... dormir en la mañana en un banco del parque... Creo haber entrevisto por qué Francisco se hizo mendigo unos días en la ciudad de Roma... Sí creo en el corazón mendigo de Dios. Creo que es dificilísimo ser verdaderamente pobre... Nosotros no lo somos... y ¡ojalá quisiéramos serlo! He acudido con saludos y cordialidad a las llamadas de la portería. Ya es tarde, casi las 4 h. de la mañana. Para los teóricos sería Domingo. Y nueva llamada al timbre de la puerta de entrada. Tomo las llaves y la linterna y me voy a alumbrar la luz del patio. Y abro a uno que exige a los gritos por las veces y las voces y el alcohol 38
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