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P. Eusebio Villanueva este vivir y renacer... Largos, muy largos años de dolor, me dicen los hijos que sienten pena pero mucha paz porque el calvario haya terminado para ella... esa madre dolorosa... ¿Cuántos años? Se tiene la edad del sufrimiento que se vive ... Su rostro triste como la soledad triste del que lo ha entregado todo, hasta el movimiento. En el dolor el cielo parece más alto, y sus ojos tan sin mirada, que vivía en paz con saber desde su cama, dónde quedaba la tierra... Ahora ya ha entrado a pie firme, sí a pie seguro, en « una nueva tierra y un nuevo cielo». Y esto por derecho propio: «coheredera» con Jesús e «hija» del Padre». Son las 11 '30 de la noche cuando el «busca» me reclama para la 305-B. Un señor de 70 años, que se des-vive. Una brutal hemorragia interior, me dicen, lo derriba en uno minutos. Se desangra por la boca y demás orificios... Se «suda» en sangre en este su «Huerto de olivos». Sus ojos reflejan ese «algo» sufrido de atrás. Los sanitarios lo han intentado todo y no se ha podido hacer más... Somos como esos árboles que mueren sin brillo para nutrir como vieja madera los cementerios de las llanuras, o los vertederos de las lomas. La muerte nos enconge tanto, nos vacía tan a fondo, nos quita tanta importancia... Este señor está solo de presencia familiar... Me impresionan -como nunca lo pensé- estos muertos solos, sin llanto amigo a su lado, sin duelo familiar. Es como una doble muerte... Me duele muy dentro como ser humano.. Todo lo echamos al "cumplido funeral"... Le he sacramentado y entregado al Padre, al Padre de las consolaciones... mientras junto a él hago presencia de Iglesia en oración ... Comentaba mi oración matinal en la Capilla del hospital cuando suena estridentemente el "busca". Acudo presuroso a la Planta 5ª. Un joven ha fallecido. Los familiares me agradecen la presencia. Pero me comunican que quieren respetar su deseo. Es justa su decisión y lo comprendo. El "no tenía creencias"... Por tanto el después del final es como el antes del comienzo ... Y lo comprendo en sus familiares. El nacimiento y la muerte, en definitiva, no cuenta tanto... Lo que importa es lo que está en medio. Y eso está, para los creyentes, en las manos de Dios, el Padre Dios. Y en nombre de esa fraterna solidaridad le comparto lo único que tengo, el amor misericordioso del Padre en mi oración interior... ¡Ahora para tí todo será más claro y más vida... Nuevamente me reclama el servicio de la misericordia. Son las 7'50 de la mañana del Martes. En la 804-A un señor de 86 años se prepara para el gran viaje. El ya no encuentra esperanza en ninguna parte de su viejo cuerpo... Me dice: 364 - Padre, me alegro de que esto se acabe... Yo ya lo único que tengo son muertos. Yo le tranquilizo. La enfermera me dice que no es más que ha pasado una mala noche, pero no hay peligro inmediato... ¿De qué territorios viene? A esa edad y a esta hora ya siempre se está pensando para atrás y todo parece pesar... Es hombre sencillo, campesino y ahora peón de pesadumbre... Y son simples sus verdades: su mujer fallecida, sus hijos, sus prados y maizales, sus bestias de corral. Todo eso hace de su mundo, un mundo bueno... en comunión con las cosas y las personas... Le doy una gran bendición y le digo que le visitaré la próxima vez que esté de servicio, que cuento con él para charlar del campo y sus labores... Se serena y cierra sus ojos buscando el descanso que no le dió la noche.

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