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P. Eusebio Villanueva poniente? Viene con urgencia, pero sin exigencias... Sus manos nerviosas parecen ávidas, depredatorias. Lo observa todo como si fuera a comprarlo. O como si lo temiera todo, vete a ver. Con su boina desteñida de soles y de lluvias, con sus dientes teñidos de nicotina y su halitosis... Parece un peregrino del Señor Santiago, pero no... Andará por los cincuentaitodos años entre pecho y espalda... No es viejo el señor, pero ya no es de los que cuecen con un solo hervor. Saluda con mucha caravana. Me da la impresión de que se las sabe todas... Al entrar en uno de los dormitorios, observo a la luz de mi linterna el panorama. Enseguida me sugiere y se encamina para allá: -»la última, junto a la pared» y «¡gracias!, no necesito sábanas ni que me haga la cama, tengo saco» ... No hay duda, este es de los transeuntes de albergue en albergue, y ya se conoce el «rollo» de memoria, hasta mi identidad ... y está más de vuelta que una carta con remite y sin dirección ... Todo entra en la paz nocturna de la alta noche. Del lado de los diques del antiguo Astilleros rompe el silencio un ¿grillo?, ¿un sapo?, picoteando la paz monotonamen– te... Recupero mi soñarrera y me encuentro mejor... El bationdeo de una persiana a la brisa fuerte que llega del mar, sigue rompiendo la calma... La noche se les arrebuja a estos alberguistas con suavidad dentro de sus cabezas... Y los tintos o copas de más les amortigua los ronquidos multiplicados por los dormitorios. Son ya las 5'25 de la mañana cuando un joven portugués, mochila a hombros llama a la puerta. Pide unas horas de reposo total. Se le ve fatigado, pero acaparando salud y con oídos muchachos y atentos. Espero que duerma de prisa para recuperar el sueño atrasado. Puntualmente a las 8 de la mañana inicio el regreso para el convento. Voy cruzando calles silenciadas, fumando frío la fresca amanecida... En una bocacalle se cruza una pareja. Caminan abrazados, un poco bebidos y otro poco también. 356

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