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P. Eusebio Villanueva ciertas épocas de la vida, como podemos retornar a los lugares en que trascurrieron esas etapas... A las 9'15 tomaba el relevo y me comunicaban las novedades... Me coloco la bata blanca para cruzar esta zona del dolor humano, de alegrías y dolores, de vida y de muerte. Es la casa de la salud y del dolor, como para descalzarse el alma ante tierra sagrada y «zarza en llamas» sin consumirse... En el ascensor para internos coincido en la 7ª con una efermera, que aprovecha la ocasión para preguntarme: - «Pater, ¿obliga todavía eso del ayuno y la abstinencia?» - Nos obliga eso que vosotros llamáis «régimen de sanación», de control de nosotros, de rebajar el consumismo, de solidaridad con los necesitados en el pan y en el hambre... esas cosas... de siempre... - «Pero si ya la vida está llena de penurias y sacrificios y sufrimientos ¿para qué añadir más y poner otros, y encima «voluntarios»? ¿No seremos «maso»? ... » Esto hace pensar despacio y ponderado. Son multitud los que parecen nacidos con la «maldición» de no resignarse a esta realidad que les ha tocado vivir, como para que la Iglesia venga a decir que hay que sobreañadir: disciplinas, ayunos, penitencias... como si no nos hubiéramos desprendido de los residuos de aquellas pesadillas medievales y monásticas, que calcinan y agrietan la vida. El hombre de nuestro tiempo, se interroga de una manera o de otra sobre el problema del mal, del dolor, de la muerte, de la enfermedad. Son realidades que nadie puede negar. El sufrimiento acompaña al hombre a lo largo de toda su existencia. Una de las causas más bastas de dolor, fatiga y penurias para el hombre es la dura ley del trabajo... Sí, decimos y es verdad, que el trabajo es una vocación humano-divina. El hecho real es que el trabajo constituye para muchas personas casi una esclavitud. Para otras muchas, víctimas de las condiciones inhumanas de la injusticia social es una verdadera forma de castigo bíblico. Es el «ganarás el pan con el sudor de tu frente» ... sin vaguedades metafóricas. Así de crudo y real. .. Otros sufrimientos de la vida, que alcanzan a la humanidad entera, son los dolores físicos y morales. La enfermedad, los dolores del espíritu, la vejez, la soledad, la muerte... Lágrimas de niño, de muchacho, de joven, de adulto, lágrimas de hombre... Y el hombre se pregunta: ¿Porqué y para qué?... Basta darse una vuelta por las plantas del hospital. .. Otra de las zonas más tremendas del sufrimiento humano, hoy, es simplemente la convivencia humana. Cuanto los humanos van adquiriendo mayor conciencia de su personalidad, de sus derechos, de su libertad y autonomía, más se agudizan las tensiones. A veces llegan a ser sangrantes en el campo de la convivencia. Vivir juntos no es fácil entre diversas nacionalidades y razas, entre obreros y empresa– rios, a veces entre esposos y entre padres e hijos. Paul Sartre ha resumido en una obra teatral y en una frase terrible: «El infierno, son los otros». Duro problema, causa de dolor, depresiones y angustias. Alguien me decía: «A veces lo más terrible es la mirada de los otros» ... El ser humano, que uno se encuentra por los «caminos», ante el dolor inevitable se hace una doble pregunta: en el fondo... ¿porqué causa sufrimos? Y si sufrimos ¿para qué vale ese sufrimiento? No es nada fácil dar respuestas convincentes... 344
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