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Las 5 llagas del Señor Hay como un fatalismo adentrado y asimilado a pequeños sorbos, pero constan– tes. Piensan que para conocer esto han vivido. Para verlo han nacido con ojos en la cara. Lo que les quede de vida será de regalo del destino bruto. Y lo vivirán hasta cuando sea... «Los días van y vienen, nada cambia. Todo está dicho. Todo ha sucedido. Desemboca el camino y nadie espera» ... Por ellos llora el poeta... Yo no lloro. Y me enorgullezco de este estreñimiento emocional. Yo los prefiero de pie, en la dignidad irrenunciable. Jamás daré una limosna a un arrodillado en la calle. Esa actitud servil de renuncia a la propia dignidad me provoca vergüenza por la raza humana entera... Al menos en su pobreza deben mandar ellos sin vasallajes ... Es esta resignación fatalista como una calle tan larga y tan ancha que me produce admiración dolorida y protesta firme. Y todo gira en ellos en torno a esto irremediable en sus desesperanza. Cada estómago tiene su comida y cada oído su música. Así cada vida tiene sus resignaciones y cada alma sus ojos... Me decía hoy una anciana del Albergue, que bajaba penosamente los escalones desde su dormitorio: - Señora, ¿la ayudo a «descolgarse»? - «Ya ves, hijo. Los médicos no me hacen caso, ¿qué puedo hacer yo? Aguantar hasta que la burra se tumbe para acabar... » Palabras tan gruesas de dolor como de verdad ... En la mano lleva un capacho repleto de cosas, que una anciana cree imprescindibles para tiempos peores. iPobre mujer, mendiga de soledades! Aquí, en este país nuestro, en cuanto te empobreces, nadie quiere saber nada. Y uno ha de comerse su desgracia a palo seco o a palo que te crió ... Sobre todo en aquel pasado de pueblo «mudo» desde el último parte de guerra (1939) hasta el último parte médico (1975). Entonces ni albergue había. Sólo la «sopa boba» y el esmirriado «auxilio social» ... Yo sigo dando vueltas al rededor de estos asuntos de mucho rumiar, como un perro buscándose la cola porque pica... Tengo salud y un pasar. Pero en mis 20 años de obrero y mis 26 de emigrante he visto a algunos subir algo, y a bastantes bajar.. Para mí son años de «historia sagrada». Mis mejores y duros y felices años... Todavía no tengo la cara en la nuca. Todavía no miro desesperadamente para atrás. Todavía lontanizo el horizonte... Pero valoro como decisivos en mi hechura de hombre y de cristiano ese pasado inmediato. Lo hago memoria porque no me hiere el recuerdo. Esta es mi profesión de fe. Mis señas de identidad. Mi oración más agradecida: «¡Gracias, mi Señor!, por haberme conducido a través de los caminos de la vida obrera. ¡Gracias! por ayudarme a ser consciente de esas 3 dignidades de mi vida franciscana, de las que estoy orgulloso y feliz: mi dignidad obrera mi dignidad emigrante mi dignidad de vivir en comunidad cristiana-franciscana. En la vida obrera aprendí que el «trabajo» es un lugar privilegiado de amor, de creación y de compartir... Por ello lugar de Fe. Compartir el sudor y el trabajo, la producción de bienes y servicios, la responsabilidad y las luchas comunes para 337

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