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Las 5 llagas del Señor que viven. Ella, franciscana, me dice: -«San Francisco comprendía las realidades de la vida de los hombres, por degradantes que fueran. Pero le entristecían» ... Exactamente como el Jesús de Nazaret, que sentía lástima sobre la muchedum– bre pobre como un rebaño de ovejas sin pastor. Basta leer el Evangelio para comprender este injusto y loco vivir de mal-hermanos. Por el patio pasea cabreado un señor tuerto de vidrios, cegato y sin gafas. Ingresó anoche con la cara golpeada y las gafas chafadas. Parece tercón, compacto y dueño de resignaciones pasadas. Nos saludamos y me intereso-entrometo en su situación. Habla con palabras cortantes, tajantes, reducidas a su función más inmediata: abrirse paso. No le duele la cara tumefacta, le duelen las gafas destro– zadas y ausentes... Le duele todo y lanza ojeadas que secan el rocío... Quizá sea el efecto de desquite en su «derrota» de ayer. No le pregunto quién empezó. Ya se sabe que, el «vencido» es «siempre» el que «empezó». Así han abusado el rito. Es asturiano y son tres hermanos. El es el más joven. Y sin trabajo desde casi siempre. El mayor está casado y por ello fuera de ayuda. El otro trabaja en la mina y es todo el pan. El salió un día a buscar trabajo... recorrió las Españas y todavía no lo encontró. Ni volverá a casa para reconocer que esto es todo: nada y nadie. Otros problemas plantea el «indomiciliado», aunque tengan notas comunes. Estos son de la zona o llevan años ya en Gijón. Pueden o no estar inscritos en el Censo Municipal. Pero tienen acceso a una escuálida pensión. Eso sí,con el dolor y la inseguridad agarrados a sus pocas carnes y sus muchas amarguras. Como un cáncer que sentencia a corto plazo. Por eso su peregrinar por instituciones, centros, parroquias... buscando compasión y sin recibir lástimas. ¡Qué fácil es amar a los que no nos molestan! Pero eso no es vocación de Evangelio. Para Francisco de Asís esto era claro. Para él vivir al otro, era vivir a Dios y lo contrario. Por eso era el otro un «encuentro» y se dejaba «alterar» por el otro. Descubre cada cosa y cada persona de otra manera: un rostro nuevo y un nuevo nombre de Dios. Y se pone a su servicio con alabanza por las criaturas todas. Y Dios sólo puede llenar a aquel que tiene mucho espacio en el corazón ... Sirve muy de a poco el franciscano de madera, sin aliento ni desaliento y sin ninguna palabra que arrancar de dentro. Tendrá eco, pero no tendrá voz. Sabrá transmitir ideas, pero no vida. Y hará grupo, pero no comunidad. Uno es ninguno. Como le ocurre al diente que se desprende del maxilar. Es primordial «estar con» los otros. Compartir vida, esperanza. El espíritu que se nos ha dado era: «orar por» los otros, «sufrir por» los otros, «purgar por» los otros. Era como hacerse padres o madres y gestarlos en la fe. He llegado a comprender que hay que hacerse próximo-hermano. Bajar al entresuelo y salir a la calle, a la autogestión de lo cotidiano para ver a los otros próximos-hermanos que Dios nos da. ENCARNARSE. El modo de vida, estoy convencido, va creando el modo de pensar la vida. Y esto con honestidad, con coherencia. Si uno no vive lo que dice, termina por decir lo que vive, al menos con los hechos. Lo digo con la palabra herida... Por eso he dejado muchas cosas. Hay batallas mayores en que gastarse... 33
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