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Sería bueno que fuera verdad lo que dice. Porque es lindo tener penas de amor. ¿El constata un hecho o desea que ocurra? En todo caso en una noche así de fría no se puede dejar a un cristiano en medio de dos aceras y como en las fotos sin hacer nada. Por la calle comienza el ruidoso retorno de los «elefantes» del carnaval. Cantos avinagrados, gritos vitales, patadas en las puertas del Albergue para despertar al personal. Y la gracia «original» de las llamadas al timbre. Y yo abre y cierra... por si alguna llamada tiene de verdad dedo de necesitado. Cuando, sí y cuando, no. Llega a las 2'45 de la noche y del frío un hombre como un botellón. Se le pega el dedo imanterápico al timbre de la puerta. Espigado como un massai, esos negros de Kenya altanes y flacos, que pretende que le estudie la miseria que tiene... Hambres desde la infancia, ¿será tan alto por escapar de ella? Parece parco de luces y de poca biografía. Pe'ro en todo caso dolorida. Llora su pasado y me recuerda sus heridas del tiempo... Llorar no hace mal, si no dura cien años. Y a este le va a durar la digestión etílica una noche en albergue. La sal que quede cuando se evaporen las lágrimas es beneficiosa. La sal duele cuando se frota contra la carne viva. Sazonan ese alimento con el que se sustenta la reciedumbre ... Lo malo es que a éstos, las lágrimas no les salen del alma, sino del estómago congestionado por los vinos ... Sí... Ya es sabido que el estómago es la vergüenza de la cara. El paisano no tiene prisa de dormir, sino de vomitar sus contenidos. Y así lo hace... Le agredió el impulso de vomitar -que así se curan los entripados de vino– y lo hace junto al banco de la entrada. Se limpia con las mangas en gestos feroces. Y continua devolviéndome sus lastimaduras con la voz del dolor, a las que no puedo ni quiero hacerme el sordo o el distraído. Quizá por eso ha excedido la bebida, por no tener a quien «vomitar» sus recuerdos pasados y sus penas presentes. ¡Vete a ver! En todo caso veo que esto le ayuda a pasar de su mera subsistencia al existir, a recuperar ante sí espacio de dignidad... Me alegro de que éste sea de los que aceptan la paz, pero no la sumisión, la resignación: sabe llorarla, vomitarla y reconocerla. Y mansamente le encamino al dormitorio donde le preparo la cama, dejándole abertura no sólo de entrada, sino también para los pies. Es de los que sobrepasan el «sobre» y el catre ... Pero dadas sus congojas, seguro que va a dormir en posición fetal, pliado... Aunque, como con los indios apaches, nunca se sabe... Según me ha contado, este ha hecho siempre su real gana y con «cédula» ... Sin embargo la vida le ha zurrado sin enmendarlo... Los grupos carnavaleros siguen regresando a sus destinos y cantando por la calle con mucha ofensa del amanecer e irrespetando los derechos de los prójimos, que son algo más que «palomos viajeros». Y es de «cabritos» con todos los años, usurpar todo el tiempo y todo el espacio de todos, aunque sea carnaval. Y más con la alevosía y nocturnidad de estas horas... A las 5'25 de la mañana, la Policía acerca al Albergue una señora mendiga que ha sido encontrada recostada sobre el mármol y el frío de un portal. Los dos policías están como asustados ante estas situaciones. Uno se rasca la barbilla, mientras el otro se investiga las uñas... Y me van contando la situación y me preguntan si hay un hueco para ella en el Albergue. Lo hay de derecho y de justicia... Y también de queja, ante una sociedad en «juerga», mientras una ¿anciana? -tan estropeda y atropellada parece- duerme bajo el frío nocturno... Afrentoso ... Es hora más de llanto, que de recapitulación. Ser anciano y pobre -como el de perro- es mal oficio... Esta sociedad no acaba de aprender la sabiduría de aquellos 326

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