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P. Eusebio Villanueva Sí, de acuerdo, «dejad que los muertos entierren a sus muertos». Así lo hace la Administración y bien, no me preocupa ya eso. Pero antes habrá que «contarlos» ¿no?. Hay que decirlos, existenciarlos en la memoria cristiana, también en esta parte de la vida que es el morir. Habrá que nombrarlos ante el Señor, cristianamente reconocerlos en la despedida, como Dios lo hace en el «encuentro» ... Y esto, precisamente esto, es lo grande de nuestra fe en el destino; si no, sólo sería tocar la flauta, hacer ritos mistéricos y cantar el «dumba-dumbo» funerario de la selva... No, esto es algo tan serio como dar, por fin, sentido total a nuestro caminar y vivir... Sí, nacemos para morir, pero morimos para vivir de para los siempres... Visito a todos los enfermos que van a recibir la Comunión solicitada. Y a las 7 en punto de la tarde (todos los días en el Hospital) la Santa Misa en la Capilla. Para mí, de veídad y iPalabía de honra!, los lunes son un día de gracia: la Misa de la tarde en el Hospital. El clima humano, las experiencias vividas, las personas encontra– das... todo se vuelca en esta celebración. También las lágrimas, alegría y esperan– zas de enfermos y familiares: como oración o gratitud o petición. Todo unido... Es una hora y una celebración especial, única, llena de tantos... visita y presencia de Dios a los suyos y entre los suyos... Los del «éste es mi cuerpo» y los del «ésta es mi sangre» junto con las palabras de Jesús actualizadas en el sacrificio... Y luego perderme por las plantas llevando la Comunión, la participación, solicitada... Se funde la tarde en la noche. El día, en los países de montaña, suele morir de golpe y sin avisar, como los cardíacos. Una paz se posesiona del Hospital lentamente y se acalla la voz de los televisores... Hoy como un rumor de colmena caliente. Nuevamente me llaman a las 9'45. Un hombre de 72 años en la 304-C siente que un pedazo de muerte le llega adelantado. En la tarde ha estado deprimido y tristeando solo. A la entrada de la noche todo se acelera. Respiración angustiosa, en ocasiones hasta el gemido, una queja larga, sorda y atroz. Los familiares -i »se nos va»!-, han llamado al Capellán, le administro la Santa Unción y demás ritos ... Se calma lentamente y en la alta noche sigue luchando agarrado a la vida que tira hacia fuera. Y sostenido por su esposa y hermana que le encariñan su penar. Con pocas esperanzas, pero con todo el cariño acumulado en despedida... Sí hacen falta muchas clases de amor -todas- para construir el mundo y para despedir la vida... Todo es sístole y diástole en el ciclo de leyes para vivir y convivir... Aunque arruinamos -de hecho- los mejores días en el temor y temblor... La vida misma va alterando el orden de los prestigios, fundando «valles de lágrimas» entre lo hermoso y costoso de un darse y que no. Y luego, llega la vejez y la enfermedad y las limitaciones y el ir hundiéndose en el temible territorio de lo peor. Sólo el amor es vida y su caudal y horizonte... El resto es sibera que acompaña y guía... El buen señor seguía urgando en su canasta interior, atrapando trozos de vida y de esperanza, seguro de la compañía que quería... Agonía significa «lucha», no acabamiento... Es la 1'10 de la mañana, en esa hora de las leyes de la noche, el otro código, cuando me necesitan en la 320-A. Una mujer de 90 años acaba de entrar al cara a cara con el Padre. Su inmensa alegría ya no movilizará los rasgos de su rostro, que se ha quedado en la serenidad. Se ha apagado su vida, porque su corazón ha dicho ¡basta! de fatiga y en la mayor inconciencia del sueño. Nada más misterioso que los 318
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