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P. Eusebio Villanueva reducir el horizonte a la «sopita» caliente, el camposanto y el cumplido funeral. Las cosas en la cabeza y en la vida viven o se destruyen según a lo que uno se haga y se acostumbre o aquello en lo que cree y sirve. Por fe sabemos que uno es próximo, aunque diminuto, pariente de Dios. Por fe estamos seguros que quien ofrece su mano en ayuda de otro, Dios le tomará su otra mano, y juntos haremos el camino. Uno sabe también que la inutilidad es un escándalo biológico y una frustración del acto creador de Dios. Por eso uno trata de servir al cien por Dios. Por eso siempre al revestirme de mi bata blanca de capellán trazo sobre mí la señal de la cruz y al situar en mi bolsillo el «busca» añado: «introibo ad altare Dei» (me acerco al altar de Dios), al Dios que alegra mi vida... Justo a las 9'30 de la mañana soy reclamado al 323-B. Una señora en los 80 años sobradamente cumplidos. Ella nació hace ya un secreto de años. Nada ha podido detener el paso del tiempo, esa inclemencia. Al final tuvo que negarse el corazón de no poder resistir mas el desafuero celular que lo roía. El médico no podía hacer más que la señal de la cruz que la hizo este cura. Proclamándola el perdón total de su vivir, que el Buen Padre ofrece y otorga. Más no hay. Cuando nos acercamos a la 1 h. de la tarde llaman de Paradas- Urgencias. Un señor de 82 años. Viejito, transido, amochuelado con sus ojos inmóviles, mortales e inconmovibles, «todo se ha realizado», ha inclinado la cabeza y el resto, y descansa en paz de tanto ajetreo. Le administro la Santa Unción y demás; la muerte no es una sima o corte, sino un paso de «continuidad». El sacramento desciende sobre su vida que fue y es comienzo de lo que continua. Es oración obligada de la tierra y siempre es tiempo. No creo en el sacramento mágico del «hic et nunc». Lo entrego en lo que queda de mi lado para que esté también con lo que llega al Padre... No sacramento un cuerpo muerto, sino una vida para la resurección. Creo en la unidad de la vida y no en las teologías de rodajas de la vida, como si fuera un salchichón a entregas... Es una línea continua y no se puede «pisar» ... y desciendo sobre él la bendición bíblica de Francisco de Asís:« El Señor te bendiga yte guarde, te muestre su rostro y tenga misericordia de tí, te mire benignamente y te conceda la paz». Una bendición cabal para estos momentos de «encuentro» ... Y ahora a vivir por espacios de para siempre. Tuyo es el reino de los cielos y hora de los siglos. Son las 4 h. de la tarde y el «busca» me envía a Urgencias, al nº 4. Una señora entorno a los 80 años. La pobrecilla es flaca como una viruta... Una viejecilla ciruela, pero bien ciruela. Ha muerto como una sombra para evitar molestias. Inmensa delicadeza de tantos ancianos... Ya estaba sacamentada... La cierran los párpados mientras yo me hago oración desde ella. Y se queda yerta de largo a largo. Y nada más, aquí ya nunca más... En ella sólo hay un recurdo de silencio, que viene por esa esquina definitiva por la que se ha ido para siempre esta «niña» de Dios... Los que han fallecido hoy, todos en soledad de familia, amistad o vecindad ... ¿por qué? Sí, llegarán los familiares con lágrimas y los demás con pésames. Pero ellos dijeron adiós a esta vida en la atención del personal sanitario y en mi cercanía de «iglesia». Este es un dolor que llevo en medio de mi fe y que no comprendo. Este mundo de progresos por tantas causas fractura los cuerpos y las almas. A las 5'15 me vuelven a reclamar junto a un señor que no se encuentra bien. Le administran oxígeno por la mascarilla... Me entiende y responde con palabras insonoras y miradas afirmativas. Le administro el perdón y la Santa Unción con la bendición de S. Francisco. Está ya entregado en la 505-A. Rodeado de su apenada 312

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