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P. Eusebio Villanueva Miércoles: 26 Enero 1994: ALBERGUE E sta noche hemos tenido la luna más bella del año. Es la «luna de Enero». Pero la radio nos informa de una mala floración de atentados por todo el país. Es el enfrentoso procedimienten-matan de grupos salvajes, que sólo saben y piensan y deciden eso: matar, reventar vidas... Disparan contra todo lo que se «mueve» por si acaso está «vivo» ... Yo me pregunto: ¿cómo se arreglan para ser tan bestias?. A éstos ¿les parieron panteras y mamaron de hienas? La Historia puede ser pendular, pero no retroceder. Y éstos pretenden regresar a sus sueños tribales. Sufren de complejos fetales pre-históricos y cainitas... Aquí, en Gijón, amanece con ángel de la guarda... Y la primavera se anuncia y asoma con arcángel de la guarda, que es mucho anuncio. En los árboles y parques hay ya árboles que han abierto sus primeras yemas. Han nacido las primeras gemaciones y floraciones. Y esta primavera ya no la para nadie. Los niños suben y llenan los autobuses de risas y empujones vivos. Los gorriones recomienzan sus batallas ruidosas de presidencias, territorios y compa– ñera... «La primavera ha venido y nadie sabe cómo ha sido». La sangre está punzando con sus 4 letras: vida. A partir de esta «luna de Enero» en el silencio de la noche se oirá «el crecimiento de la hierba», pero no el «crujir de los camposan– tos» ni de las nieves... Yo camino con la mirada alta y el corazón remontado como gaviota. El mar baña y sobrealimenta abundantemente sus frutos, sus dones humildes y lujosos de mar. Sus olas llegan suaves y fecundantes a las arenas y acantilados, viveros naturales. Junto al malecón-mirador-paseo un viejo contempla y respira la paz de este mar cantábrico. Vuelve a sentir, en su paseo matinal, que el gran placer de la vejez consiste en la memoria. Es como una última floración. Esa suerte de distancia de los recuerdos, que nos permite recuperar una parte menor de las cosas que creíamos eternamente vivas... Pero todo cae, se despide y él mismo se está diciendo «adiós». Recuerda para decir «adiós» a lo de fuera, reencontrándose más a gusto con todo lo que lleva dentro. ¿Quién se ha curado de su infancia jamás?. Los humanos, ya se sabe, también estamos mandados a retirar. Y el también fue convocado y pensionado al retiro. El tiempo nos va cambiando a todos. «Ayer», 296
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